Opinión

El neno que llegó muy lejos


Cuando para diferenciar a los dirigentes del Partido Popular de Galicia por su origen se puso de moda aquello de las boinas y los birretes, Alberto Núñez Feijóo no se sentía cómodo en ninguna de las dos categorías. Nació en Os Peares, un pueblo pequeño -aunque no una aldea- de la Galicia interior, pero completó una carrera universitaria y ganó una plaza de funcionario de primer nivel en la Xunta para después iniciar una trayectoria como gestor de organismos públicos que desembocó en la primera fila de la política autonómica, en la que ha permanecido casi veinte años hasta dar el salto a Madrid para presidir el PP y ser el candidato de su partido a la presidencia del Gobierno. Siempre ha llevado a gala ese origen humilde y rural desde el que, con esfuerzo y sacrificio, y aprovechando las oportunidades, se puede ascender en la escala social sin perder de vista el punto de partida.

A Feijóo algunos de los “suyos”, los más rancios dirigentes urbanitas, le consideraban un pailán, expresión tan gallega como despectiva

En sus primeros tiempos al frente del PPdeG, después de tomar el relevo de un Fraga decrépito recién desalojado de San Caetano y de ganar un congreso con todas las de la ley, precedido incluso de primarias, a Feijóo algunos de los “suyos”, los más rancios dirigentes urbanitas, le consideraban un pailán, expresión tan gallega como despectiva que denota un complejo de superioridad por parte de quienes por entonces le consideraban una especie de “parvenue”, o un “trepa”, que desde un origen humilde se había encaramado a una posición que tendría que estar reservada para ellos, para una élite endogámica y un tanto endiosada. Feijóo resultó ser capaz, no sólo de sobrevivir y afianzarse en ese entorno hostil, sino de conectar con amplias capas de la sociedad gallega al tiempo que generaba una forma muy personal de liderazgo político que le ha llevado hasta las mismísimas puertas de la Moncloa.

El rito de arrancar la campaña electoral en su Peares natal tiene casi tanto de simbólico como de atávico. En su pueblo se siente cómodo, porque conoce y le conocen. Por aquello de que la infancia es la patria del hombre, Feijóo sigue muy fiel a sus raíces rurales. Lleva con orgullo ser de pueblo y de ese lugar en particular. A pesar de que salió de allí, en tren, hace muchos años ya, por más ocupado que esté, siempre encuentra un momento y un motivo para regresar a un lugar que por su posición geográfica es un enclave muy singular, de los que marcan, porque se trata de una encrucijada en la que confluyen montañas y ríos, provincias y municipios al pie de una línea férrea sin la que Os Peares no sería lo que fue en sus buenos tiempos o ya habría dejado de existir hace medio siglo.

Por aquello de que la infancia es la patria del hombre, Feijóo sigue muy fiel a sus raíces rurales. Lleva con orgullo ser de pueblo y de ese lugar en particular

Además de ahora por Feijóo, que puso la localidad en el mapa, Os Peares siempre ha sido conocida por los puentes que, además de comunicarla internamente, la ponen en contacto con el resto del mundo, por los que se entra y por los que se sale de allí. A todo eso apela el expresidente de la Xunta para referirse a la necesidad de comunicación entre personas que piensan distinto, entre territorios que se sienten diferentes, entre los de arriba y los de abajo, entre los que lucen orlas universitarias en sus despachos y aquellos que les dan de comer desde las Españas vaciadas, entre los que se tuvieron que ir y los que han venido a vivir entre nosotros. A todos ellos dice querer representar aquel chico que un día tuvo que tomar el tren (véase la portada del libro de Fran Balado) en el que emprendió el viaje más trascendental de su vida, porque se la cambió para siempre, aunque él se empecine en creer que nunca se fue del todo. Y por eso de vez en cuando tiene que volver para comprobar que sigue siendo el mismo, él mismo. 

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