Opinión

Los tractores también matan

He ahí un trágico goteo que ya casi no es noticia. Entre quince y veinte gallegos mueren cada año en accidentes de tractor. En esto Galicia se lleva la palma. Por lo general se trata de personas mayores y no profesionales, que a pesar de su avanzada edad se sienten en condiciones de manejar el vehículo y de nada vale que sus familias les adviertan del riesgo que corren. Son aguerrida gente de campo que no se resigna a abandonar las labores agrícolas de las que se han ocupado toda su vida, que no está dispuesta a dejar sus “leiras” a monte mientras le quedan fuerzas, que no encuentra relevo entre sus allegados, ni puede permitirse -porque no se saldría a cuenta- pagar a alguien que les haga esos trabajos. Esta siniestralidad es una consecuencia más, y muy dramática, del abandono que sufre el medio rural, que se manifiesta en la galopante pérdida población y en la cada vez avanzada edad de los pocos que van quedando en las aldeas. 

De los atestados se deduce que la mayoría de los percances mortales ocurren en el trayecto entre la vivienda del tractorista y la finca a la que se dirige, a veces unos pocos metros. Aproximadamente la mitad son vuelcos del tractor, ya sea por errores en las maniobras, por las irregularidades del terreno o por lo pronunciado de las cuestas. En ese caso las víctimas suelen quedar atrapadas debajo del vehículo. Mueren en el acto por aplastamiento. Solos, sin tener casi nunca a nadie cerca que pueda socorrerlos si quedan malheridos. Una muerte terrible, que a decir los técnicos sería evitable si el conductor conservara un mínimo de pericia, de habilidad y de reflejos, o si, estando en plenitud de facultades, actuase responsablemente respetando en todo momento las mínimas medidas de seguridad, máxime en maniobras de por sí peligrosas.

También está en el origen de este casi cotidiano drama rural el envejecimiento del parque de tractores, en Galicia como en el resto de España. Son los antiguos y con deficiente o nulo mantenimiento los que habitualmente se accidentan, causando el mayor número de fallecimientos. Por su antigüedad casi todos carecen de las medidas de seguridad con que cuentan los nuevos, sobre todo las barras antivuelco, auténticos salvavidas, al igual que los cinturones, que muchos tractoristas no suelen abrochar por comodidad. También hay casos en los que el conductor se confía abatiendo el arco de seguridad, una actitud temeraria en la que hay quien persiste aun a sabiendas de que los datos sobre las causas de siniestralidad dejan lugar a pocas dudas.

Los expertos en seguridad laboral lo advierten. El exceso de confianza mata. Viejos o nuevos, los tractores son máquinas cuyo manejo entraña graves riesgos de los que los conductores, cuando no son profesionales del sector, no acostumbran a ser del todo conscientes y frente a los cuales no están preparados. Para pilotar maquinaria agrícola de este tipo deberían exigirse unos mínimos conocimientos técnicos y superar regularmente determinadas pruebas, similares a las que se requieren para conducir automóviles. Subido a esas máquinas, uno se juega la vida como cuando se conduce un coche, una moto o un camión. Proporcionalmente causan más muertes, pero sin que esa altísima siniestralidad genere apenas alerta, a pesar de que es un signo más de que el agro gallego, sin casi nadie que viva de él, se muere irremediablemente. De hecho, ya estaría muerto si las víctimas de los tractores no saliesen cada día a jugarse la vida por esas “corredoiras” de Dios.

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