Opinión

“Tierra firme” frente al “eppur si muove” de Galileo

"Eppur si muove” (y sin embargo, se mueve), fue la frase que se atribuye a Galileo tras abjurar de la visión heliocéntrica de nuestro planeta ante la temible Inquisición, dado que la cerril ortodoxia del papado defendía que son todos los planetas los que giran en torno a una tierra inmóvil. Firme. Claro, Galileo tenía razón: la tierra se mueve y lo habría corroborado con la tenaz y entonces temeraria frase “eppur si muove” que, desde entonces, se utiliza para apoyar tesis de las que estamos seguros por muy combatidas que sean por la verdad oficial. Permítaseme la equivalencia, sin duda excesiva: esa “Tierra firme”, que constituye el título del libro que Pedro Sánchez presenta este lunes de la mano de la periodista Ángeles Caballero y del ex presentador Jorge Javier Vázquez, es la negación de un giro permanente en la trayectoria del autor, una reafirmación en las pétreas actitudes actuales del presidente del Gobierno. Lamento decir que es cualquier cosa menos la obra de un estadista. Tampoco la de un pensador como Galileo, claro.

Los libros autobiográficos de nuestros políticos son, en términos generales, decepcionantes. He leído, no sin esfuerzo, la mayor parte de esta “Tierra firme”, un título sobre el cual se han querido hacer muchas bromas, desde “Tierra quemada” (el espíritu del 78) hasta “Tierra trágame”, cuchufletas que tampoco es que hayan venido mal a la astuta promoción de la obra por parte de la editorial. No creo, sin embargo, que la presentación del libro este lunes nada menos que en el marco del Teatro Real y con los peculiares conductores del acto citados más arriba vaya a abundar en el sentido del humor del que el autor ha mostrado carecer a lo largo de su trayectoria política más pública, que comenzó hace diez años, de los cuales cinco lleva en la presidencia del Ejecutivo. Tampoco espero, la verdad, una entrevista profunda por parte de los moderadores, que nos desvele lo que el protagonista piensa hacer con nuestras vidas en el futuro. ¿Lo sabrá él, al menos?

Advierto en Sánchez un afán por quedar bien ante la Historia tratando de explicar racional y convencionalmente una trayectoria política casi surrealista y, desde luego, nada convencional, dicho sea para lo bueno -que lo hay- y para lo malo. Pretende convencernos de que, tras cada una de sus acciones relatadas -del último cuatrimestre, el de la gobernación en funciones, quizá el tramo más polémico, en el libro no se habla, lo que es una lástima- existe una convicción moral, una necesidad ética más allá del deseo de permanecer en el poder. A mí, la verdad, eso para nada me ha convencido. Ya digo que atribuyo al estadista verdadero un afán de volar más alto, con mayor concordia y menos belicosidad gratuita de lo que se desprende de las páginas de este libro al que, lo digo con un afán de objetividad, con la pretenciosidad, acaso, del crítico literario, le faltan muchos elementos para ser una gran obra.

Sin duda, Pedro Sánchez atesora informaciones valiosas que nos hurta en su relato, que es casi un esbozo barato de programa electoral. No es el suyo un libro en el mejor sentido del término, sino casi un panfleto de autopropaganda. Un elemento más para quienes piensan que a Sánchez se le odia o se le ama, pero, sobre todo, por razones que podríamos explicar en otra crónica, se le teme. Irradia una “temibilitá”, como decían los italianos sobre el “duce”, poco acorde con su esfuerzo por adoptar un gesto amable ante las cámaras, lo que no siempre logra cuando está contrariado, y un verbo cordial y calmado, que se rompe cuando habla de la oposición o de las oposiciones a lo que el presidente hace o dice.

Quien tanto se ha contradicho no merece la confianza que suscita quien pretende dar doctrina o sentar cátedra. De Galileo pervive no su negativa forzada por el miedo ante la cruel y brutal inquisición eclesiástica, sino la doctrina galileana, emparentada con la de Copérnico, frente a la mentalidad cazurra de los “científicos” papales. De Sánchez, que ya digo que pienso que se obsesiona por el papel al que los medios podamos relegarle ante la Historia, no sé cuál de las dos partes pervivirá, si la Jekyll o la Hyde, la botella medio llena o medio vacía, si la que representa la tierra firme o la de las arenas movedizas: él es mucho más fascinante, en cualquiera de los sentidos con los que se quiera emplear la palabra, que su obra, un tanto “fake” incluso porque el autor material no es él, aunque sí sea el intelectual, digámoslo así.

Quien ha sido capaz de transformar el concepto de amnistía desde un paso aberrante e inasumible hasta algo que es un cúmulo de bondades que repercutirán en pro de la democracia, e incluso de la economía, será capaz de todo. Hasta de vender este libro y anunciar que los beneficios irán a parar a una buena causa. A mí, tengo que decirlo, el libro no me ha dejado frío, porque me ha decepcionado bastante, mucho. Sánchez, tengo que repetirlo, tiene su parte buena y su parte mala. Este volumen, claro, solo recoge la primera mitad (cómo esperar otra cosa); en lo otro, miente. Empezando por el título, porque, embarcados en el inicio de una Legislatura que a saber en qué parará, la tierra firme aquí no se avizora por ningún lado.

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