Opinión

Cambio de estrategias

El día después de la decisión de la dirección de la CUP de no investir presidente de la Generalitat a Artur Mas, y de recomendar a Junts pel Sí que presenten un candidato alternativo, se vive en Cataluña una situación convulsa en la que cada partido se ha apresurado a mostrar cuáles son sus intereses antes de que el 10 de enero se acabe el plazo que daría lugar a una nueva convocatoria electoral, que a tenor de los resultados en las últimas elecciones generales en esa comunidad autónoma podría dar un vuelco político que rebajara la presión independentista, diera más chance a los promotores de un referéndum de autodeterminación y que los ‘unionistas’ reagruparan, cada uno por su lado, fuerzas.

Es muy probable que Artur Mas haya batido una marca difícil de superar por cualquier otro líder político: ha puesto su carrera en almoneda, ha sido humillado repetidas veces a los largo de los tres últimos meses, ha claudicado sin conseguir sus objetivos y de paso ha acabado con el catalanismo político que había ofrecido muy buenos réditos a Cataluña; ha deshecho la coalición con Unió que aportaba algún kilogramo de seny a la política catalana y a su reflejo en España y ha llevado a su partido CDC de derrota en derrota hasta la debacle final que puede producirse en la repetición de las elecciones catalanas. Y todo ello sin ninguna voluntad de apartarse sino de mostrar su vena más mesiánica, pero ya sin pueblo detrás al que llevar a la independencia prometida, de tal forma que no solo será devorado por las fuerzas que el mismo ha desatado sino que el desafío soberanista que había alcanzado una dimensión muy preocupante quedará sepultado durante unos cuantos años que habrá que utilizar en suturar la fractura de la sociedad catalana.

Entretanto, Oriol Junqueras espera sentado a la puerta de su casa que pase por delante el cadáver –político- de su amigo coyuntural en Junts pel Sí, pero con las manos libres para no repetir candidatura después de que los republicanos hayan obtenido mejores resultados que los convergentes el pasado 20-D. Pero todavía debe estar preguntándose cómo es posible que la CUP haya sido capaz de desbaratar un plan tan bien urdido y arruinar la victoria de los independentistas en escaños después de haber hecho florituras dialécticas pese a la derrota plebiscitaria.

Todo el dibujo parlamentario catalán cambiará con unas nuevas elecciones en las que Podemos y organizaciones adyacentes subsanen los errores que cometieron ante la cita del 27-S,tanto en la elección de su líder como del mensaje a transmitir, y pueden poner boca abajo todo el proceso independentista, porque no es lo mismo vulnerar la legalidad constitucional montando estructuras de Estado que pretender un referéndum de autodeterminación, que tratarían de convocar de manera acordada con el Gobierno central. Por eso las asociaciones civiles que avalan el ‘procés’ tratan de evitarlas por todos los medios. Y la CUP sería otra de sus víctimas propiciatorias.

Si Mas fuerza elecciones se abre también una oportunidad para que Ciudadanos asiente su base electoral, para que los socialistas traten de recuperar a quienes un día les votaron,con su mensaje federalista, y para que los populares traten de sumar más, si quieren hacer viable su pacto poselectoral de constitucionalistas.

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