Opinión

Cultura de pacto

La firma por parte de los portavoces parlamentarios del PP y de Ciudadanos del documento presentado por estos últimos como condición indispensable para su voto a favor en la investidura de Mariano Rajoy ha sido valorada por Juan Carlos Girauta como el reinicio de la cultura del pacto que tan buenos resultados dio en épocas pasadas. En los pocos años que hace que Ciudadanos salió del ámbito catalán para convertirse en una fuerza política de implantación nacional ha demostrado esa capacidad de diálogo con pactos a derecha e izquierda en comunidades autónomas y ayuntamientos.
Ahora acaba de apuntarse el tanto del desbloqueo institucional a través del pacto anticorrupción que ha impuesto al PP y ayer mismo puso en marcha el proceso de negociación sobre esas medidas y otras que Rajoy abordará en su discurso de investidura del próximo día 30.

Pero mientras Ciudadanos hace del diálogo con los opuestos bandera ideológica y tiene engrasada la maquinaría para afrontar esas negociaciones, el PP tiene ese mecanismo más anquilosado por falta de uso. Y solo cuando ha necesitado de Ciudadanos lo ha puesto en marcha tras perder las mayorías absolutas que le hacían innecesario dialogar con otras fuerzas políticas, mientras la práctica habitual ha sido la de  dejar a las minorías en el ostracismo mediante la aplicación de sus rodillos parlamentarios. Y cuando ha recibido los votos de otros grupos parlamentarios procedían de formaciones de centro derecha con los que comparte la misma visión económica y del mercado laboral.
Bienvenido, por supuesto, el PP a la cultura del pacto. El paso que ha dado al firmar sin matices ni añadidos las condiciones de Ciudadanos, que apuntan directamente a la presunta financiación ilegal del PP y arrumba su deseo de convertir en mayoritario el sistema electoral proporcional, entre otras cuestiones, supone una cesión que da a Ciudadanos una buena posición de partida en las negociaciones que no estarán exentas de escollos. 

En efecto, si el PP ha sido capaz de aceptar ese torpedo a la línea de flotación de su prestigio con un partido que cuenta con 32 diputados, que ni tan siquiera le sirven para garantizar la investidura de Mariano Rajoy, parece lógico que si lo que necesita para seguir en La Moncloa es la abstención de los 85 diputados del PSOE, la “cultura del pacto” del PP debe pasar de la presión -con declaraciones como que fuera Pedro Sánchez quien le dijera cual es la fecha que quería para la investidura para consensuarla, o la fijación para el día de Navidad de unas terceras elecciones, que ha sido entendida como un chantaje a los socialistas-, es la presentación de propuestas que, como en el caso del pacto con Ciudadanos, puedan suponer una rectificación de sus políticas.

El momento para ello es la próxima reunión que Rajoy quiere mantener con Pedro Sánchez con carácter inmediato, que servirá para comprobar no si hay una posibilidad de acuerdo antes de la doble votación de la investidura, sino a lo largo de los dos meses siguientes antes de que se abra un nuevo proceso electoral que nadie quiere. La vicepresidenta en funciones, Soraya Sáenz de Santamaría ha afirmado que Rajoy irá a esa reunión con una posición “muy constructiva”. Es la hora de demostrarlo.

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