Opinión

Una sugerencia para colocar una placa histórica en el Campo de los Remedios

Los Remedios en tiempo ya lejano.
photo_camera Los Remedios en tiempo ya lejano.
Uno de esos lugares donde yo pondría una placa bien grande es el Campo de los Remedios y sus aledaños

Aficionado soy al recuento de las efemérides, los lugares históricos y todo lo relacionado, en este sentido, con los episodios del pasado de nuestras ciudades. Más de una vez he admirado, recorriendo España y, sobre todo, algunos países de Europa, el esmero y atención con que en sus urbes se conmemoran lugares, plazas, campos o edificios, mediante una placa que señale su pasado. En ese sentido, Ourense tiene muchos puntos que merecían ese recuerdo, como los lugares en el casco antiguo, en pleno centro urbano, donde se llevaban a cabo los ajusticiamientos de la Inquisición, hoy pacífico lugar que nadie sospecharía, aparte de otros ámbitos de más grato recuerdo de los que ya conté algo otro día y sobre el que volveré con más detalle.

Uno de esos lugares donde yo pondría una placa bien grande por lo mucho que tiene para contar es el Campo de los Remedios y sus aledaños, espacio especialmente simbólico de nuestra historia para que las nuevas generaciones sepan un poco más de la misma. El Campo de los Remedios, con su capilla y su inmediata caseta de Obras Públicas y si fielato (donde los paisanos que venían de Puente Canedo habrían de pagar las tasas municipales si querían vender sus productos en la plaza de abastos) a lo largo de los años, sirvió para muchas cosas, entre otras, campo de honor o lugar donde los ourensanos ofendidos se batían en duelo. O algo parecido. El lugar está tan cambiado que quizá valdría la pena recordar qué hubo antes allí.

Alguna vez he citado –y recomendaría su lectura y reedición—el ahora inencontrable libro “Cosas de Orense”, recopilación de artículos del ilustre polígrafo Don Florentino Cuevillas, publicado por Ayuntamiento de la ciudad, donde se alude a este asunto, con cierto sentido del humor. Brota del texto la amable socarranería del autor al echar la cuenta de los motivos por los que los vecinos de Ourense se batían uno con otro, se supone que luego de administrarse algo de “caña” o aguardente del bueno, para darse valor. Parece que las afrentas más que por disputar de honor marital mancillado o cosas parecidas fueron causados por líos de negocios, discusiones de taberna o de disputas de juego. En esto del juego, aquellos ourensanos eran muy serios y veraces. Los naipes eran cosa de cuidar. Y en la timba había que comportarse como caballeros. Sin duda.

Según el famoso manual al respecto, llamado “El Cabriñana” (del que francamente no creo que los vecinos de este lugar tuvieran noticia entonces), los duelos deberían ventilarse a florete o pistola. Por aquí las cosas se libraban a puñada o navaja, en el peor de los casos. Pero la cosa no debía ir demasiado lejos, las afrentas se solían resolver a “primera sangre”; es decir, que apenas uno de los batidos sufriera un rasguño, el honor quedaba salvo, los padrinos consentían en que el asunto quedaba zanjado y cada uno para su casa, previo paso por la taberna donde se iniciara el litigio. Como digo, hasta que Primo de Rivera los prohibió, en Madrid fueron frecuentes los duelos entre políticos y periodistas, reglamentado, según el clásico y famoso tratado del marqués de Cabriñana, que circulaba por la España decimonónica y hoy es una apreciada obra de coleccionista. No está documentado del todo si los contendientes en Los Remedios iban con padrinos, pues a veces era mejor directamente prescindir de estos apoyos, si acaso, algunos amigos por cada lado.

Cierto que el Campo de los Remedios y su entorno cumplieron otras muchas funciones, tanto religiosas como civiles, sobre todo como lugar de feria y mercado que todavía algunos recordamos y donde, en aquellos eventos, como se dice ahora, pudimos asombrarnos ante la locuacidad comercial de aquellos charlatanes o todavía los últimos de los últimos cantares de ciego. Por eso creo que, si en la Casa Consistorial de Ourense, hubiera alguien con la sensibilidad y la cultura necesaria y acorde con la historia de esta ciudad, valdría la pena señalar esos espacios por los que discurría la vida, con funciones y usos bien distintos de los actuales. Eso lo he visto en otros lugares de España y de Europa. Pero ya saben que yo soy un empedernido sentimental, afecto a este tipo de cosas. Una ciudad es un ser vivo que cambia con el tiempo, pero como decía el gran urbanista “Le Curbusier”: “que el presente no borre las huellas o memorias del pasado que debe ser conservado en la memoria y la conciencia urbana de nuestras viejas ciudades”. Ourense es una de esas ciudades con historia de la vida cotidiana. Más de lo que sospechan.

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