Opinión

Busco a un hombre

Busco a un hombre! Gritaba el filósofo por las calles de Atenas, ¡un hombre honesto que sea imposible de sobornar! chillaba con furia controlada. Diógenes, el cínico, conocía la debilidad humana y era consciente de lo difícil que es descubrir a una persona capaz de enfrentarse al difícil reto de no caer en la tentación de enriquecerse si eso le fuera posible. Su farol le acompañaba noche y día para alumbrar los rostros de todos aquellos que se cruzaban en su camino. Esa difícil búsqueda se podría repetir hoy aplicándola a los miembros de los gobiernos de la U.E que activa o pasivamente permiten el sacrificio de miles de migrantes que arriesgan la vida huyendo del terror de la guerra, de la sequía abrasadora, del hambre, de la enfermedad y de las dictaduras sanguinarias que convierten a los humanos en números sin rostro. ¡Busco al líder político que tenga empatía con sus semejantes! Gritaría hoy el filósofo. 

El éxodo de seres indefensos que soportan los sacrificios más extremos en la búsqueda de la cobertura que ofrecen los países de la vieja Europa, es ya irreversible. Europa es un continente regado con la sangre de cientos de millones de víctimas de guerras que a lo largo de la historia han sucumbido por turbios intereses económicos, religiosos, territoriales; dirigidos por la crueldad de líderes ambiciosos, ineptos y carentes de ética.

 La democracia y las libertades que gozamos hoy en día, son el fruto de la lucha de muchas generaciones que se han sacrificado en pro de una sociedad que ha logrado conjugar los deberes con los derechos, manteniendo un ordenamiento jurídico que garantiza el imperio de la Ley. A los pueblos europeos les ha costado muchos siglos vivir en paz y aún hoy los ecos de la guerra suenan en los campos ucranianos. Pero la triste realidad es que Europa envejece; sus aldeas se despueblan, las pirámides de población se invierten, muchos ancianos mueren en soledad, las escuelas cierran unidades, los jardines carecen de juegos infantiles, los vampiros de la noche asaltan a solitarios jubilados, las enfermedades degenerativas aumentan creando dependencias físicas y mentales, el futuro se muestra incierto. Y mientras eso sucede, en el Mediterráneo miles de seres humanos mueren en el intento de alcanzar un mundo que agoniza y, paradojas del destino, los necesita. Es el egoísmo de muchos el que se opone al devenir de los tiempos, para ello cuentan con la inestimable ayuda de genocidas y demagogos que, enarbolando la bandera de un patriotismo rancio, no dudan en sacrificar la vida de seres humanos. El perfil de estos monstruos queda definido en el comportamiento xenófobo del italiano Matteo Salvini 

Estoy tristemente convencido de que una gran mayoría de ciudadanos europeos se niegan a admitir inmigrantes pobres, sin formación, de otras etnias, de otras culturas y, sobre todo, de otro color. Utilizando para ello los procedimientos más agresivos, sin importarles las consecuencias sobre otros humanos. Creen defender sus territorios contra la barbarie invasora, olvidándose de que imperios poderosos han sucumbido por la putrefacción de sus costumbres y han sido movimientos migratorios los que han configurado el actual mapa étnico europeo. 

Diógenes no encontró al hombre honesto, la UE no encuentra el líder carismático que se enfrente a la insolidaridad del neofascismo renaciente y la ética sigue siendo la asignatura pendiente de las masas asilvestradas que se alían con la aristocracia decadente de la vieja Europa. 

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