Opinión

Cortinas

Laa casa era un desastre, sucia, desordenada, húmeda, fría, era un lugar poco agradable para vivir; sin embargo tenía unas hermosas cortinas que colgaban airosas en cada una de sus ventanas. Nadie podía sospechar que detrás de este cortinaje se encontraba el cubil más inhóspito que se pueda uno imaginar. Sus propietarios presumían de su vivienda como si se tratase del palacio de Versalles y procuraban hablar siempre de lo bien que estarían los vecinos del barrio si depositaran en ellos su confianza para decorar sus casas. Sin duda sería el barrio más bello de la ciudad; eran pre- tenciosos, soberbios y respiraban rencor hacía todos aquellos que tenían sus cortinas abiertas para que entrara la luz en sus viviendas.

Hoy, en el mercado de cortinas fantásticas se ofrecen variedades que cubren las necesidades de los que viven en la mentira y en apariencia. Creo que una de las más demandadas es la sección de cortinas de humo. Son sus asiduos compradores son aquellos políticos que hablan de temas tangenciales para ocultar lo trascendente; suelen refugiarse en las emociones para no rendir cuentas de sus obligaciones y juzgan severamente a los demás para ocultar sus errores. Su característica más desarrollada es su incapacidad para aceptar la subjetividad de sus adversarios, ocultando la suya en una falsa objetividad.

Hay dos personajes que están de actualidad por su abuso en el uso de cortinas de humo en su intento de desviar la atención de su nefasta gestión política: Artur Mas y Ma- riano Rajoy. Ambos son conscientes de que la historia les juzgará por la gran corrupción que empapa las entrañas de sus organizaciones políticas. Los dos han aplicado con rigurosidad los recortes en los servicios básicos a sus conciudadanos, han coincidido en preservar los privilegios de los sectores económicos más poderosos de la sociedad; los dos han mentido, han instrumentalizado las emociones, se han prestado a defender los intereses de la gran banca y se han servido de la política sin reparar las consecuencias de la confrontación de los territorios, ¡votos a cualquier precio! El diálogo, una perdida de tiempo. Negociar, un error. Lo mejor es el victimismo, la culpa del otro, el agravio y el tribalismo antiimperialista, conjugado todo en el verbo de la pseudodemocracia. 

Pero el mercado de cortinas oferta otras aún más peligrosas: las de hormi- gón, las de cadenas o las de sangre. Al- gunas de ellas ya adornan las fronteras de ciertos países, otras separan los ba- rrios de alguna ciudad de estados falli- dos;muchasestánteñidasdefluidoshu- manos, las más abundantes ocultan las mansiones de los más ricos de los ojos de los menesterosos. Cortinas de fuego que siembran la miseria y destruyen la vida.

¿Por qué se siembra el rencor? ¿Por qué se alimenta el odio? Se fomenta el egoísmo, se manipulan las conciencias, se cimienta la violencia y se genera el enfrentamiento entre los pueblos. Las cortinas de la historia están desgarradas por guerras, torturas, injusticias, mitos y venganzas. Se han teñido de múltiples colores, unas son transparentes, otras opacas, unas pocas lucen como visillos de rica seda, otras son bastas de áspera arpillera. Los mercaderes están encantados, venden y ganan fortunas inmensas en el mercado de la decoración. La estética se fabrica, lo mediático garantiza el éxito.

Sin embargo ya son muchos los que sospechan que detrás de tan basto cortinaje solo se esconde la cobardía de quienes temen la verdad; porque ésta anuncia el triste fin de los títeres de la vergüenza. Porque... ¿qué es si no un esperpéntico guiñol esta farsa carnavalesca? 

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