Opinión

Degradación total

Una fuerte tormenta anuncia la llegada de una primavera hostil; el clima está herido de muerte y en su lenta agonía lanza alaridos de dolor, pero nadie lo escucha. El ser humano permanece impasible, seguro de su inmenso poder; acaso no ha vencido a los dioses, sometido a la naturaleza y exterminado a bestias salvajes. Se cree protegido por la ciencia que le ampara de cualquier peligro, posee armas de destrucción masiva que no dudaría en usar (¿contra quién?), está seguro de conquistar la inmortalidad y se ha liberado de la empatía con sus semejantes; es dueño absoluto de su destino. Ha alcanzado un poder ilimitado que hasta ahora ningún ser había conseguido; ¡que importa que el clima rompa con sus ciclos y los solsticios y equinoccios se mezclen en un caos preludio del Apocalipsis! El camino hacía la degradación total ha sido largo, sangriento, con millones de víctimas, ofrecidas en un sacrifico necesario para conseguir el control absoluto de las masas. Imágenes convertidas en fetiches milagrosos, suntuosidad cimentada en mentiras y miedos; orgías de hipócritas pedófilos sedientos de placer; la inmunidad de las élites lo permite todo. Mientras, el dolor, la miseria y la muerte se ceba sobre los humildes, desamparados de toda esperanza; son daños colaterales inevitables en el avance hacía la selección cruel de los privilegiados.

Pero, una vez más, se oye un potente estruendo que ensordece los sentidos, seguido de otro y de muchos más. No es el sonido de la tormenta, la naturaleza ha enmudecido temerosa de los horrores desatados por el mono desnudo. Es la explosión de bombas humanas, alimentadas con el fanatismo y el odio vengador de los fantasmas vivos de atávicas creencias, que sedientas de sangre, siembran de cadáveres las plazas, las mezquitas, los zocos, las calles, metros, aeropuertos, trenes, escuelas, hospitales, hoteles… hoy en Bruselas, ayer en Londres, París, Moscú, Madrid, Estambul, Ankara… y todos los días en Damasco, Bagdad, Beirut, El Cairo… la bestia anda suelta, anida en los corazones de los sanguinarios vengadores de las víctimas de los cruzados. Intereses siniestros, manipulaciones goebbelianas, neocolonialismos vergonzantes, nacionalismos tribalistas, creencias medievales, guerras devastadoras; todo ello agitado en la coctelera de los servicios de inteligencia abre el camino al terror absoluto necesario para esclavizar al mundo.

¡Basta!, hay que gritar muy alto ¡basta!, en nombre de tantas víctimas inocentes que han sucumbido a cambio de nada; alto ya a tanta maldad, a tanta injusticia, a tanta mentira. ¿Quién fomentó el integrismo islámico? ¿Quién fabrica y vende armas? ¿Quién comercializa con petróleo manchado de sangre? ¿Quién protege a sistemas teocráticos que atentan sistemáticamente contra los derechos humanos? ¿Quién inició las guerra de Iraq, que tan graves consecuencias trajo? Son los mismos que arruinan la naturaleza, son los mismos que acumulan inmensas riquezas mientras millones de personas mueren de hambre, son los mismos que trafican con armas, que esclavizan a los pueblos, que destruyen la biodiversidad, que manipulan la información, que manejan el narcotráfico, los que planifican crisis para obtener más beneficios. No tienen rostro, se ocultan bajo el manto de la privacidad que niegan a los demás; tienen diligentes lacayos que hacen el trabajo sucio. Estos casi etéreos seres no tienen corazón y su único interés es poseerlo todo, lo demás es carne de mercado.

El horror tiene responsables, piensa quién está ganando con tanto dolor y quién para ello siembra odio y maldad.

Te puede interesar