Opinión

La Educación, la llave del futuro

Transcurridos 9 años desde su jubilación, el Viejo Milenario se encuentra en buenas condiciones de analizar, sin condicionamientos políticos ni profesionales, los últimos 50 años de la educación en España. Es una visión del sistema educativo basada empíricamente en su dilatada experiencia en el mundo de la enseñanza. Intenta hacerlo sin apasionamiento, sin rigor científico, con esperanza y con dudas de haber hecho siempre lo correcto para que sus discípulos se integrasen en la sociedad portando valores éticos y morales, donde la libertad, la solidaridad, la inclusión y la creatividad sean los pilares de un espíritu crítico que les facilite el camino hacia la felicidad compartida. Quizás para muchos únicamente ha cumplido con la misión encomendada como funcionario por las autoridades educativas a través de lo establecido en las distintas normas y leyes que le han tocado vivir. Son centenares de alumnos los que lo pueden juzgar.

Recuerda los primeros años llenos de entusiasmo con ganas de cambiar el mundo y para ello conseguir los mismos objetivos por los que ya lucharon su abuelo y su madre que se resumen en enseñar el camino que lleve a poseer el mayor bien que puede alcanzar el ser humano: tener un pensamiento libre sin que ninguna verdad absoluta le impida alcanzar la libertad. Fueron años de agonía represiva y cruel de la dictadura franquista, que utilizó la educación para introducir el control ideológico, manipulando el saber y persiguiendo la libertad. Como instrumento necesario, el maestro se convirtió en un involuntario colaborador del régimen. El Viejo Profesor se arrepiente de la inflexibilidad mostrada a la hora de juzgar el desarrollo cognitivo y la capacidad de cada individuo para resolver las pruebas evaluativas. Los años hacen que las prioridades vayan cambiando en la medida que va transcurriendo la evolución social. De una exigencia estricta en la consecución de objetivos se ha evolucionado hacia una mayor comprensión de las dificultades para alcanzar el éxito.

Las preguntas que todo buen profesional en educación debe hacerse en un contexto de crisis de valores son: ¿se evalúa a futuros ciudadanos o se hace pensando en sujetos productivos?, ¿se valoran las capacidades intelectuales en detrimento de las capacidades morales?, ¿se fomenta la ética en la misma medida que la resolución de un algoritmo matemático? Difíciles preguntas que requieren respuestas sinceras. La bondad, la empatía, la tolerancia, la generosidad, la solidaridad y la inclusión tienen poca o ninguna influencia en el proceso evolutivo de nuestros alumnos. Sin embargo, la excelencia académica se alcanza desarrollando las capacidades cognitivas y aplicándolas satisfactoriamente al proceso instructivo. Ahí está la explicación del éxito de científicos que ponen sus conocimientos al servicio de la guerra, de financieros que alcanzan el triunfo con la mentira y la especulación, de políticos corruptos que traicionan al pueblo que los eligió, de empresarios que se han enriquecido explotando a los trabajadores de sus empresas, incluso de clérigos que utilizan su ascendencia para manipular las mentes y corromper los corazones. ¡Cuántos exitosos estudiantes han sido convertidos en elementos del mal y cuántos malos alumnos han sido posteriormente excepcionales ciudadanos!

Su vida profesional fue como un grano de arena en el desierto del Kalahari. Continuará su relato cuando el covid-19 deje de poseerlo y recobre la libertad. Aunque agobiado por el “árbol” no por ello deja de ver el bosque: La tierra arde. El mundo sufre el cambio climático más importante de los últimos milenios. El agua potable escasea. El hambre se ceba con los más débiles. La guerra sustituye al diálogo, enriqueciendo a los asesinos de masas. La enfermedad se globaliza en un planeta cada vez más hostil a los humanos... En una frase de Henry. B Adams surge la esperanza: “Un maestro trabaja para la eternidad: nadie puede predecir dónde acabará su influencia”. Y el Viejo Milenario concluye: “Maestros, uníos y salvad al mundo, la humanidad os necesita”.

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