Opinión

Escaleras a la eternidad

El abuelo afrontaba su camino hacia la nada en una senda cargada de dolor, ansiedad, miedo y soledad. Resignado y paciente, había aceptado su cruel e injusto destino, colofón de una vida de sacrificios, trabajo, superación y prestigio. Sentado en su sillón observaba con una mirada ausente el entrar y salir de los miembros de su familia que tenían acceso a su vivienda. Un antiguo atril sostenía los periódicos del día: La Región y el ABC, que una vez leídos eran sustituidos por Selecciones de Reader’s Digest o por la revista Meridiano. Leía con dificultad, siendo incapaz de pasar las páginas dada su inmovilidad absoluta, algo que hacían sus nietos con el respeto y la admiración que desprendía su hierática figura. Su vida transcurría con lentitud y angustia, y el funcionamiento de sus órganos exigía la colaboración de su abnegada esposa o la de su cuñada mártir y santa. Era tal su dependencia que era incapaz de alejar las moscas que le torturaban aprovechando su pétreo gesto. Los minutos se convertían en horas y él, con un silencioso susurro, trataba de comunicarse cuando las necesidades apremiaban respuesta. Con la llegada del crepúsculo, su cuerpo demandaba la protección de la morfina sabiamente prescrita por su amigo, el psiquiatra Cabaleiro Goás. 

Nos meses de estío, a familia desprazábase a Limeres: “a Rusia pequena”, na que salvou a vida ao permanecer agochado fuxindo dos criminais falanxistas que andaban na súa procura para asasinalo. Foron tempos convulsos onde o crime encheu de mortos os camiños, cunetas, regueiros e cemiterios. Na aldea recibiu a terrible nova da morte do seu fillo Paco; finado na batalla do Ebro. Tamén outros dolorosos sucesos aconteceron no lugar, como a morte da súa filla Marxina, arrebatada polas febres tifoides endémicas na fonte das Carballas. Pasaron moitos anos e xa de vello volteaba como dependente, froito dunha enfermidade dexenerativa de orixe epixenético. Na aldea era feliz, as lembranzas da infancia afloraban nas conversas cos paisanos que conviviran con el aventuras amorosas e ambicións lexitimas dunha xuventude chea de ilusións. 

De humilde carpintero, a maestro y director de un colegio laico, humanista, ferviente republicano. Profesor de gran prestigio, extraordinario orador, asesor de ATEO (Asociación de Trabajadores de Enseñanza de Orense). Ferviente seguidor de la Institución Libre de Enseñanza, inspirado en la filosofía krausista, las aulas de su Academia General eran mixtas. Los más necesitados no pagaban mensualidad y todos, independientemente de sus recursos, recibían la misma enseñanza.

El Viejo Milenario ha tratado de seguir el camino de su idealizado abuelo; el objetivo era difícil pero en su actividad docente cree haberlo logrado. En otras vivencias será juzgado por los que compartieron sus actividades, admitiendo que, como en todo ser humano, hay luces y sombras. Acepta la pérdida de facultades y con ello el fin de la siembra. Espera que caiga más semilla en campos fértiles pero no reniega de la que ha caído en zona pedregosa. “Los caminos son inescrutables” y se llega a la meta por distintos senderos. Solo un axioma es verdad: “No existen verdades absolutas”. Aunque si hay una certeza: Doñana está mortalmente herida.

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