Opinión

La hora de los traidores

La mayor vileza que puede cometer el ser humano es la traición. El Viejo Milenario nunca ha soportado aquellos que fingen afectuosidad, lealtad o amistad para ganarse la confianza para después dar la puñalada por la espalda. En el mundo de la política es tan frecuente la traición que se considera normal, sobre todo si va acompañada de la ambición que todo lo justifica. Recientemente en la política española hemos asistido a dos casos en los que, parodiando a Vázquez Montalbán, el “Comité Central” aplaude y participa en el asesinato de su líder; tal es el caso de Pablo Casado, que recibe más puñaladas “amigas” que Julio César, que hacen desaparecer su cadáver de la escena del crimen y en menos de 24 horas su nombre es borrado de todos los “cartuchos” que podían certificar su efímera existencia y su espíritu se funde con otro fantasma, Hernández Mancha. Pasarán siglos para que los historiadores investiguen tan fantástico relato y probablemente encontrarán al más enigmático mago de la política española para quien, extraños elfos, han diseñado un programa de mentiras, insultos, trampas, nepotismo y populismo, todo ello aderezado con la imagen de buen gestor; cóctel que tan buen resultado le ha dado en su Galicia natal, donde el juego sucio ha vencido al bipartito a pesar de que este había elaborado la mejor política que se había aplicado en las tierras de Breogán desde la aprobación del Estatuto de Autonomía. 

El segundo caso donde la traición tiene nombre y apellidos es el protagonizado por el enigmático muñidor de conspiraciones y adalid de la “virgen” andaluza lideresa de la cruzada de toda la nobleza baturra contra el advenedizo Pedro Sánchez, que sufrió la humillación de sus pajes y escuderos: César Luena, Óscar Iglesias, Simancas, Antonio Hernando… quedando Pedro malherido, pero no muerto. En la batalla definitiva, librada por un escaso número de fieles contra los sediciosos, estos son barridos y Pedro recupera el liderazgo. Pero su victoria se la debe a un reducido grupo de militantes socialistas que le acompañaron en “la larga marcha” por el desierto. Destacan, entre otros: Meritxell Batet, Margarita Robles, Odón Elorza, Susana Sumelzo, Rocío Frutos, José Borrell, Cristina Narbona, Adriana Lastra, Óscar Puente Santiago, José Luis Ábalos (los dos últimos calificados como feos)… Pero Pedro no ha respondido a los leales con la misma nobleza que estos le habían brindado; y en juego de malabarismo difícil de entender ha eliminado a su guardia pretoriana paralelamente a la incorporación de los más taimados a puestos de responsabilidad. 

El Viejo Milenario no comprende los apoyos a que felones de conocida trayectoria alcancen la popularidad y el respaldo de la ciudadanía manteniéndose indefinidamente en cargos de confianza. Vinculados a la corrupción, fontaneros especialistas en cloacas, bocas de corcho… se han convertido en bufones del líder al que sirven mientras este establece su poder en la mediocridad del círculo que crece como líquenes a la sombra de las ruinas ideológicas de lo que fue y nunca volverá a ser.

¡La tarta da para todos! Gritaba un exaltado palanganero tratando de tranquilizar a los sedientos de poder. Lo he vivido, lo he padecido y su manto putrefacto se extendía sobre la Patria cada vez más esquilmada por los traidores al pueblo. Y lo más grave es que están incrustados en la pirámide del poder.

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