Opinión

La caída de una utopía

El presidente de la Generalitat se ha rendido a una realidad que ha destruido el sueño de millones de catalanes que habían creído en los profetas del Edén. En un discurso bien elaborado, impecable en las formas, ambiguo en el contenido y claro en la conclusión: ha reconocido que la República Catalana Independiente es una utopía inalcanzable. 

No fue el Estado con todo su poder quién acabó con el sueño independentista, no fueron los partidos políticos no nacionalistas, no fueron las masas movilizadas contra el nacionalismo separatista, no fue el peso de la justicia. Fue el inmenso poder del capitalismo que rechazó la gran mentira de una Cataluña viable fuera del concierto europeo. Las grandes empresas mostraron su inquietud por el poder que estaba consiguiendo un partido antisistema como la CUP y Puigdemont tomó una decisión dolorosa que llega tarde y mal. 

Será muy difícil recomponer la fractura de la sociedad catalana, será complicado devolver el prestigio a las instituciones de la Generalitat, será imposible recuperar el prestigio de la clase política. Ya solo cabe convocar unas elecciones anticipadas que devuelvan la soberanía al pueblo, claro que para ello habrá que contar con el beneplácito del gran capital.

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