Opinión

Rabia, difícil curación

No han pasado 24 horas desde la liberación del ‘Alakrana’ y el PP arremete contra el Gobierno de España con furia incontrolada. El silencio responsable de los últimos días ha dado paso a una oposición agresiva y desaforada. No importa que el final haya sido el mejor posible, dentro de una situación complicada y difícil. No importa que nadie cuestione el expolio que se hace de la riqueza del mar. No se cuestiona el papel de una industria que se nutre del sudor, inseguridad y explotación de unos pescadores que tienen que poner en peligro sus vidas para alimentar a sus familias. No se cuestiona la inseguridad en que viven los hombres y mujeres que ejercen la solidaridad de forma continuada en países como Somalia. No se habla del odio que se genera entre el Sur y el Norte por la explotación desmedida de los recursos naturales de los pobres. No se pone en duda que nadie tiene la razón absoluta.


Se intenta desesperadamente sacar un rédito político de un hecho desgraciado que ha angustiado a familias españolas. Se quiere demostrar que los éxitos se consiguen con la suma de fracasos. Todo se puede vender, todo se puede alterar, todo está sujeto a la confrontación política.


Lo importante deja de serlo y lo intrascendente es noticia. Gürtel, pasado. Caja Madrid, un éxito del próximo candidato del PP. La crisis económica, puede esperar. El aborto, la excomunión lo resuelve. Camps, futuro en Ferrari. Estatut de Cataluña, en su momento.


Odio y más odio se siembra y se recoge interesadamente; el ciudadano que odia se puede instrumentalizar. La tensión crece, se mantiene, se alimenta. El desánimo se apodera de los corazones en una estrategia perversa encaminada a crear las condiciones favorables para que venga un libertador, aunque sea el santo Job. Mientras tanto la rabia avanza en nuestras ciudades, campos, villas y pueblos; crisis, paro, incertidumbre, desilusión... cansancio. Y los tristes mortales, preocupados por la gripe A.


Al menos treinta y seis familias españolas hoy estarán, cuando menos, más felices, eso ya es un éxito en el que tendrá algo que ver nuestra diplomacia.


De lo que no hay duda es de que nuestro ministro de Asuntos Exteriores ha ganado prestigio en la UE, si no que se lo pregunten a Nicolas Sarkozy.


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