Opinión

Seducción

JOSÉ PAZ
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Junio 1973, Laredo (Santander). El entonces joven milenario recibió órdenes del Partido: “¡Trasládate urgentemente a París, recibirás instrucciones en los próximos días, procura tener una excusa que te permita salir de España y volver sin tener que dar explicaciones de tus actos!”. El joven urdió una complicada coartada y se desplazó al moderno territorio del antiguo reino de los parysios. Dejó su coche en Hendaya y compró un billete de tren con destino París, Después de una larga noche, se apeó en la estación de Austerlitz, cogió un taxi y se dirigió a uno de los barrios más peligroso de la capital de la luz, la calle de Saint-Denis, prueba de ello fue la rapidez con que arrancó el taxista, después de cobrar su sustanciosa carrera. Con serenidad llamó a la puerta de un ruinoso edificio. Salió a recibirle un viejo vietnamita que en un francés perfecto le indicó que diese el “santo y seña” que le identificaba como miembro del Partido. En el interior, la oscuridad era total y avanzó a tientas guiándose por el ruido que hacían los pies del misterioso vietnamita. Sintió abrir una puerta y un suave empujón le introdujo dentro de una estancia. Inmóvil, esperó a que sus ojos se acostumbraran a la penumbra y cuando esto sucedió la consternación se apoderó de él al percibir un bulto que se movía en el suelo… 

La mirada aviesa, las manos suaves, la voz melosa pero firme, Se desplaza lentamente como la serpiente que acecha a sus víctimas y las hiere, sin posible defensa. Colecciona cadáveres como si se tratase de trofeos de una siniestra cacería. Seduce a césares, emperadores, generales, políticos, científicos y poetas. Nadie está a salvo de su lengua viperina, su veneno es letal y sin antídoto que evite el funesto final. Tiene el don de la ubicuidad, en cualquier lugar, en cualquier país, en cualquier círculo social, en todos y cada uno de los pueblos del planeta, allí está ella.  No estamos solos; en algún lugar algo Increíble está esperando ser descubierto (Carl Sagan). Cuántas veces intentamos perseguir lo que mantiene a nuestra individualidad a través de las incesantes mutaciones del yo. Nos sorprenderemos de la resistencia de “algo”, uno e indivisible que subsiste misteriosamente en el fondo de todos los cambios, teniendo conciencia de ellos y de sí mismo; pero, a pesar de sentir y palpar la realidad de esa “constante”, no acertamos a definirla, es algo tan sutil que escapa entre las mallas del pensamiento. El Viejo Milenario no teme a la transformación de su individualidad, inhibida por la necesidad del perdón y la dependencia del amor. ¡Algo está pasando! La seductora serpiente proyecta su fascinación una vez más y su ponzoña subyuga al césar y este alcanza el clímax.

Carrillo, Santiago Álvarez, Ignacio Gallego… ¡Oh París! La ciudad seduce, la revolución, la huelga general política, la toma del Poder. La humanidad ciega y mutante. El Comité Central convoca la huelga y se disuelve. La seducción gana un nuevo trofeo: “la izquierda agonizante”. No importan los éxitos del Ejecutivo: la reforma laboral, la revalorización de las pensiones, la subida del salario mínimo, el plan estratégico para la industria agroalimentaria, la “ley rider”, la prohibición de los desahucios de familias vulnerables, la ley de regulación de la eutanasia… A pesar de ello, la socialdemocracia parece incapaz de seducir a sus electores. 

Pero el elixir mágico está en el Ferrol de Pablo Iglesias, de Rafael Pillado, de Amador Rey, de Daniel Niebla, de Jaime Quintanilla, de José Canalejas, de Vicente Luis Irisarri que descubrió que en los textos de Concepción Arenal está el antídoto que neutraliza la pócima de la letal seducción. 

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