Opinión

Sentencias sin sol

Miro con atención el gentío que, aprovechando el día primaveral, inunda calles, plazas, parques y jardines. Tras largo invierno los humanos estaban sedientos de sol y ante el astro rey rinden pleitesía recibiendo a cambio la energía redentora. La generosidad de la energía cósmica es absoluta, no cuesta nada, es igual para todos, es ilimitada, disfrutan de ella animales y vegetales, y es fuente de vida.

Los seres humanos configuran un ente complejo y contradictorio. Es la razón quien establece singularidades dentro del conjunto general; fue la socialización la que determinó la necesidad de normativas que redujeran las singularidades e hicieran posible el avance social. Como consecuencia de ello, un gregarismo determinista universaliza el pensamiento y obnubila la razón, siendo una de las causas del actual deterioro de las condiciones ambientales necesarias para la vida. Es el dictado quien establece los códigos de referencia que obligan a los humanos a adoptar pautas de conducta correcta a juicio de los que detentan el poder. Los poderosos son los “intermediarios” entre los dioses y las masas (hoy entre el capital financiero y la humanidad) e interpretan “la ley” aplicándola con rigor discrecional.

Los niños juegan haciendo un ruido dominante que oculta los murmullos conspirativos de sus padres. Los viejos silenciosos caminan lentamente tratando de evitar un choque letal contra los ágiles infantes, mientras las palomas se dan un festín con los restos de comida arrojada por descuidados viandantes. Orgullosos abuelos pasean los cochecitos de inocentes criaturas que duermen apaciblemente sin importarles el bullicio que les rodea. Y el sol sigue con su luz cegadora cargando de energía los espíritus anhelantes. 

 Los jueces emiten sentencias. Unas absolutorias, otras sancionadoras, muchas ambiguas otras clarificadoras. Lo hacen cumpliendo su rol de garantes de la norma. Muchas veces aciertan, otras yerran, son humanos y necesitan el sol. Todos los ciudadanos tienen derecho a la libertad de pensamiento y nadie puede juzgar lo que dicta la conciencia; más difícil es que el poder acepte la libertad de expresión cuando esta es contrario a la norma dominante. Viejos condicionantes estimulan las cebollas ocultas de quien odia la igualdad y se siente alfa en un escenario medieval.

Manadas, jaurías, rebaños en un zoo universal. Pastores sin máster, zagales singulares, abusos violentos, violadores irredentos, monstruos nocturnos. Ceguera palaciega, días sin sol. 

Una pelota vuela, impacto brutal, gritos y alaridos, follón general. ¡Que alguien juzgue el abuso del juego infernal! Una joven agredida por una jauría criminal. Violada, ultrajada sin piedad. Un instinto animal empuja a los cobardes sin corazón, ni moral. ¡Justicia!, grita la humanidad. ¡Castigo a los culpables de esta infamia bestial! 

Ra ilumina al juez imparcial; la sombra oculta al magistrado singular. Mentiras y falacias, escudo del mal; disculpas que ocultan vergüenzas inconfesables de quien se cree superior a los demás. Ética, empatía, feminismo, justicia imparcial; sólo sí es sí, lo demás está mal y los jueces que conocen el sol así lo verán. 

El bullicio continúa hasta la ocultación de Amón Ra, la noche de piedra nunca lo apagará a pesar de la resistencia de un patriarcado invernal.

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