Opinión

SIGLAS, ¿ÉXITO O FRACASO?

Es la derrota electoral algo negativo en su esencia? En democracia para que unos ganen otros tienen que perder, pero afortunadamente nada es definitivo; los ganadores de hoy han sido los perdedores de ayer y tal vez lo sean del mañana. La elegancia en el juego está en saber dirigir los éxitos y los fracasos, saber admitir los errores que han llevado a la derrota y saber administrar las razones de la victoria.


En general, el socialismo europeo pasa por un mal momento, la estructura económica del sistema capitalista requiere cambios difíciles de admitir por la izquierda social, el progresivo desmantelamiento del estado del bienestar que exigen los mercados, entra en contradicción con los avances sociales impulsados desde la izquierda. Es evidente que a la mayoría de los electores les son difíciles de entender los cambios radicales efectuados para adecuar nuestra economía a los efectos de la globalización. Los discursos más reaccionarios encuentran eco en la ciudadanía, lo que hasta ahora no se había dejado sentir, apareciendo la xenofobia y reforzándose el tribalismo. Para muchos es difícil de aceptar el pragmatismo que lleva a la coexistencia entre la solidaridad con los más necesitados y un neoliberalismo emergente que exigen los vencedores de la guerra fría. Amplias capas de la población no entienden la aplicación de medidas restrictivas que afectan a su calidad de vida, mientras se permiten beneficios e ingresos fabulosos a selectas minorías. Un hecho es que muchos se sienten provocados por las recientes propuestas de nuestra multinacional de comunicaciones, que, con total falta de moral, anuncia miles de despidos mientras reparte cuantiosos beneficios a su elite dirigente. Las iras de los cabreados se dirigen contra la clase política que, sorprendida, se ve descalificada en su conjunto por una sociedad irritada y desesperada por la ineficacia de las medidas adoptadas, y esa ira va dirigida, especialmente, contra aquellos que más se han significado en la defensa del Estado representativo y democrático. Y así, mientras los más consecuentes defienden la adaptación de la economía a las exigencias de los poderes reales del sistema, otros adoptan posturas ambiguas, cuando no pasivas, que no les contaminen a los ojos del posible elector.


Cuatro son los posicionamientos más notorios ante la actual situación: a) Comprometerse hasta alcanzar los niveles exigidos por las normas del mercado. b) Dejar que otros se comprometan y carguen con las consecuencias negativas, mientras se capitaliza el descontento popular por la aplicación de las medidas restrictivas. c) Negarse a cualquier medida y volver al aislamiento franquista. d) Estar entre dos aguas ser de los de a) y comportarse como los de b). A estos últimos pertenecen aquellos que, manteniendo responsabilidades orgánicas e institucionales dentro del partido gobernante, responsabilizan a las siglas, para no quedar comprometidos electoralmente por las decisiones adoptadas por otros dirigentes de esas mismas siglas; en Galicia se dice de aquellos que pretenden oír misa y al mismo tiempo tocar las campanas. Parecen olvidarse de que al amparo de esas siglas han hecho su carrera política, que gracias a esas siglas se ha resistido momentos mucho más difíciles y que esas siglas han agrupado a hombres y mujeres que han dado todo por sus ideales. No olvidemos que si algo distingue a los socialistas es que los principios deben de estar por encima de la ambición, probablemente lícita, de cualquier militante. (Carme Chacón sí lo ha entendido).

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