Opinión

Uniformes

Solo uno, lo colectivo se unifica; la marabunta humana siempre ha producido terror cuando la razón es dominada por la emoción. Anular al individuo para convertirlo en una pieza de la masa. El manejo, la adaptación a la norma, la distinción de las distintas uniformidades; la identificación con el color, lo imperativo, el mal como estructura cognitiva de cerebros banales. Durante el franquismo el uniforme protegía de la sospecha; los niños y niñas que se preciasen gozaban con la distinción de su uniforme; escuelas de congregaciones religiosas ofrecían colores grises y azules en sintonía con los tonos que lucían los prebostes del régimen; mientras la escuela pública, como mucho, permitía el uso de humildes delantales.

Militares de ostentosos gestos; religiosos de órdenes varias; seminaristas y curas eternamente enlutados; fuerzas del orden con intimidatorios aderezos; presos de naranja culpatoria; trabajadores disfrazados de eficientes células; pijamas de rayas de triste recuerdo. Porteros convertidos en falsos almirantes; hombres de negro de aviesas intenciones. Ninjas de un falso califato; enjambre de coreanos de amarga miel. Uniformes en casa, en el trabajo, en la diversión, en la caza, en el deporte… en el alma. Los ejércitos los usaban para diferenciarse en la batalla, los clérigos para manifestar su visión del mundo; los reyes para mostrar su poder, los nobles para diferenciarse de la plebe.


Nadie que se precie puede negarse a aspirar a un uniforme; hasta los terroristas del Daesh utilizan distintos uniformes (una conocida empresa está siendo investigada por su presunto suministro) financiados por jeques cataríes. La intimidación, la sumisión, la anulación de la personalidad, la simbología de la escala jerárquica, la pertenencia al grupo, la identificación profesional, la fuerza del todo sobre el uno… Nacemos desnudos, vivimos disfrazados y llegamos a morir sin saber quienes somos.


 Al poeta estadounidense Walt Whitman se le atribuye la siguiente reflexión: “Ser y nada más. Con eso basta. Respirar basta. ¡Alegría, alegría por doquier!…”. Qué sencillo sería vivir si la humanidad hubiese comprendido cuán importante es disfrutar de cada instante siendo uno mismo, sin uniformes, sin ambiciones, desterrando la mentira, solidarizándose con el débil, respetando al “otro”, responsabilizándose de lo que a cada uno le corresponde hacer, deportando el odio. 


 En estos momentos de confusión interesada solo cabe desear que la verdad, el interés colectivo, la justicia social, la solidaridad con los pobres del mundo…, se conviertan en objetivos del año 2016. Ser felices, amar y ser amados y valdrá la pena el haber vivido.

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