Opinión

El valor de la Fraternidad

14 de abril de 1931, se abre un periodo histórico donde el júbilo y la aflicción convivirán durante ocho largos años; a partir de esa fecha, los republicanos españoles se enfrentaron al reto de conseguir la fraternidad entre todos los ciudadanos, intentando modernizar la estructura política y social del país. Pero su utópica aspiración nunca llego a materializarse por la resistencia de los poderes fácticos, que viendo peligrar sus privilegios unieron sus fuerzas para impedir que se aplicasen cambios estructurales que repartiesen la riqueza. Quizás fueron los años más convulsos de la historia contemporánea de nuestro país; dolor, muerte, represión, avances, retrocesos, frustraciones y esperanzas… todos los sentimientos acumulados durante siglos explosionaron en un clamor popular pidiendo justicia y libertad. La oligarquía financiera, los terratenientes, los integristas dogmáticos y los aristócratas del viejo régimen no podían permitir que el pueblo llano accediera a la educación, a la cultura y a los derechos individuales que los haría libres. Para impedirlo no dudaron en financiar a sediciosos militares que, traicionando el juramento de lealtad a la bandera de la República, se alzaron en armas contra la el Gobierno legítimo del Estado. Contaron para ello con la ayuda del nazismo alemán, del fascismo italiano y con la pasividad de las democracias europeas que optaron por una neutralidad que solo benefició a los facinerosos.

Las instrucciones, una vez declarada la sublevación militar, marcaron con fuego lo que sería una constante en el comportamiento de los sublevados; la orientación la formuló el general Mola como director del golpe, que no tuvo reparos en pronunciar la terrible sentencia: “Eliminar sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros”, y por si algún militar dudaba en unirse al golpe, Mola (mulo según la poesía de Neruda) fue contundente: “Aquel que no está con nosotros está en contra y como enemigo será tratado”. Estas amenazadoras palabras nos recuerdan la frase pronunciada por el monje Arnaud Amaury: “Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos”, cuando se masacraron los cátaros de Albi.

Las ciudades españolas sufrieron durante la Guerra Civil los bombardeos de la Legión Cóndor, que experimentó lo que aplicaría en la Segunda Guerra Mundial. La Legión Cóndor bombardeó impunemente los pueblos de Castellón: Albocasser, Ares del Maestrat, Benassal y Vilar de Canes, en el llamado Experimento Stuka. Del mismo modo bombardeó Guernica, destruyendo toda la ciudad lo cual fue inmortalizado por el genial Picasso. Valladolid y Barcelona también sufrieron múltiples bombardeos que causaron miles de víctimas civiles.

Han pasado más de ochenta años de la Guerra Civil española, las víctimas inocentes se contaron por millares, la represión posterior se hizo siguiendo literalmente las instrucciones del sanguinario Mola. Hoy observamos cómo la aviación rusa, siguiendo las órdenes de un siniestro Putin, destruye ciudades de Ucrania, mientras sus tropas diezman a la población civil.

El Viejo Milenario comparte con su amigo Camilo Modesto el pesar que les produce la falta de interés por incluir la fraternidad en el comportamiento humano a pesar de que fue el mensaje más importante de Cristo: “Amaos los unos a otros como yo os he amado”, incluido en el lema de la Revolución Francesa :“Igualdad, libertad y fraternidad”

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