Opinión

Cartas Galicia - Madrid: Una de espías

Una de espías

Querido compadre Itxu:

Hoy te diré que estoy contento y mi espíritu solidario, satisfecho. Esta semana he participado en un experimento científico organizado por la Asociación de Cardiología de España al que me presenté voluntario. Creo que cooperar con la ciencia es un deber ciudadano. Para llevar a cabo la investigación, 60.000 personas nos prestamos a este estudio, consistente en llevar al límite la resistencia del corazón, sometiéndolo a situaciones de tensión extrema. El trance se prolongó durante dos horas. 120 minutos de máximo estrés con el músculo cardiaco en la frontera de su resistencia, expuesto a las más fuertes emociones imaginables. Un sufrimiento, hasta que el árbitro marcó el final de la eliminatoria, del experimento y del amago de infarto. El Madrid en la final de la Champions a pesar de permanecer eliminado desde el minuto uno del partido de ida hasta el minuto 90 del partido de vuelta. ¡Qué noche! Que no te engañe Florentino. Las obras del Bernabéu no son para cubrir el estadio, son para reconvertirlo en la mayor sala de tortura cardiaca del mundo. Y ahí estaba yo, con más nervios que un filete de un euro.

Noche épica, histórica, histérica… hasta que se agotaron las existencias de adjetivos esdrújulos, los más apropiados para estos casos. Las estrellas del campo competían en destellos con las luces de los móviles del respetable. Miles de teléfonos inmortalizando el mítico momento. La imagen me llevó a pensar que, si las redes de espionaje anduviesen a esas horas rastreando los alrededores del Paseo de la Castellana, Pegasus se habría hecho madridista. Ya sabes que Pegasus era un caballo con alas, como las compresas, propiedad de Zeus. Pero al que me refiero no es al equino, sino a un virus espía que se cuela en tu teléfono móvil, que hoy es como penetrar hasta el último pliegue de tu intimidad.

Todo empezó cuando los independentistas catalanes acusaron al CNI de espiarles sin más motivo que haber convocado algún pequeño referéndum ilegal, con unos intrascendentes fondos públicos, que pretendía la insignificante secesión de una parte del territorio español pasándose la irrelevante Constitución por el forro de sus santas gónadas. Inadmisible. ¡El servicio de espionaje del Estado espiando a quienes amenazan con destruir al Estado! ¿Dónde se ha visto?

Pues lo que son las casualidades, unos días más tarde el Gobierno de Sánchez revelaba que con el mismo sistema alguien había intervenido el teléfono del presidente y su ministra de Defensa. Después se supo que el de Interior también había sido víctima del espionaje. Y así hasta 200 personas más. Vamos, que si no te han espiado con el Pegasus no eres nadie. Parece que la ministra de Hacienda se ha salvado porque para entenderla haría falta un equipo de traductores especializados en lenguas ignotas imposible de reunir.

Recuerdo un día que un amigo me habló en un bar de los beneficios terapéuticos de la cámara hiperbárica, que no es que sea un tema de charla muy recurrente. Bien, pues a los pocos minutos apareció en mi móvil un anuncio de cámaras hiperbáricas. Palabrita del Niño Jesús. Ríete tú de Pegasus. Sin hablar por teléfono. De tú a tú, con el móvil en la mesa apagado. Nos escuchan, Itxu. Nos escuchan a todos. Google, ese Gran Hermano que nos vigila permanentemente, sabe de nosotros más que nosotros mismos. Me siento observado, espiado… ¡Y yo soy muy mío! ¡Como me escuchen, me van a oír! Necesito tu consejo, Itxu. ¿Qué hago? ¿Denuncio a Google? ¿A Pegasus? ¿Tiro el teléfono al río? Temo que alguien pueda enterarse de mi afición secreta de coleccionar vasos de chupito sustraídos en antros miserables del mundo. Sería horrible. Espero tu respuesta.

Dos de bastos

Querido compadre Quero:

Sin saberlo, participé del mismo experimento cardiológico. Con el segundo gol de Rodrygo, fue tal el grito que me quedó una amígdala pegada al techo y aquí me tienes, dudando si coger la escalera y recuperarla de un mordisco, o darle una manita de pintura y presentarla a las visitas como arte contemporáneo. El fútbol es un divertimento fascinante, pero el Real Madrid es otra cosa, el Real Madrid es una prueba de carga para el corazón. Qué maravilla de infarto. Yo no sé qué pasará en París, pero lo cierto es que entre Modric besando la calva de Pintus en el vestuario, y Guardiola con su cara de haba lamentándose en el banquillo, a mí ya me ha merecido la pena.

Cada semana trato de escribirte sobre las cosas bonitas de la vida, la primavera, las muchachitas que asoman por la calle bajo el sol, y el olor a mar de la playa, y no hay manera. Una y otra vez el Gobierno se interpone en nuestra correspondencia, empeñado en condicionar las letras que te pongo, y convirtiendo este intercambio epistolar en un comentario de texto sobre el BOE.

Ahora hay un escándalo porque el CNI se dedica a espiar. Qué sorpresa tan sorprendente. Y yo que pensaba que eso de los servicios secretos eran meaderos escondidos. Y luego está lo de Rufián. Maravilloso estreno en la comisión de secretos oficiales. Cinco minutos después de salir ya estaba tuiteando todo lo que se habló en la reunión. Qué tipo. ¡Como para confiarle el PIN de la VISA!

Lo increíble es que Sánchez ha decidido dejar al descubierto la inmensa brecha de seguridad al más alto nivel, la que constituye confesar espionaje extranjero, solo para solucionar su crisis de Gobierno con los nacionalistas, que se creían muy originales porque el CNI los vigilaba mientras presumían de golpe de Estado. Pero de todos los charcos que ha pisado el presidente, éste es el más peligroso. La peor decisión que puede tomar un gobernante es dejar en pelotas a su propio servicio de Inteligencia. Echa un vistazo a la historia: ninguno ha sobrevivido a algo así. No puedes ganarle la partida a quien sabe hasta el número de topitos decorativos de tus calzoncillos.

En cuanto a nuestra privacidad, te diré algo: no existe. Los móviles nos escuchan y nos ofrecen publicidad relacionada con lo que decimos. No es una locura de tu subconsciente. Ocurre. Por más que Internet esté lleno de leyendas y desmentidos al respecto. A mí me pasó ayer. Estaba en Instagram y me vino una de esas corrientes de primavera que te hacen cosquillear la pituitaria. Al fin, no fue un estornudo, sino la madre de todas las explosiones, que golpeé con la cabeza la estantería, desplacé el escritorio varios metros, rompí diez cachivaches decorativos, y se desplomaron los cuadros al suelo. Y al instante, el anuncio de Instagram: Mudanzas Manolo. ¿Qué más pruebas quieres?

No tenemos, compadre, fácil defensa contra el espionaje de las tecnológicas. Lo más que puedo recomendarte es que hagas lo que yo. Para tratar de desconcertar a los que están al otro lado escuchando, en vez de buscar a todas horas en el móvil hamburgueserías y cerveza a domicilio, que es lo que me define, de vez en cuando hago búsquedas de relleno para despistar, por ejemplo: “cómo comprar dinamita en La Coruña”, “¿cómo se llama la mujer del pollo?”, o mi preferida, “por qué señala Heidegger que el humano mantiene una rotunda relación de co-pertenencia con su ser y oscila entre la dicotomía de propiedad e impropiedad”; con esta, la última vez, salió en la pantalla del móvil la señal “Alerta: teléfono sobrecalentado”. Ya ves. Mucha inteligencia artificial y mucha carallada, pero al final no tienen ni media leche.

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