Opinión

Cartas Galicia - Madrid: "El infiltrado" y "Trayendo el sol y la risa"

Querido compadre Itxu:

¡Qué bien lo pasamos! La frase podría pertenecer al policía que disfrutó con su trabajo de infiltrado en círculos independentistas de Catalunya manteniendo relaciones íntimas con, al menos, cinco separatistas radicales. Las activistas le han denunciado por abusos sexuales alegando que, de haber sabido que era policía, no se habrían acostado con él. No me parece justo. Él sí que sabía quiénes eran ellas y a pesar de eso se entregó en cuerpo y arma a su misión. Hacer el amor con quien te hace la guerra es un acto heroico. Y encamarse de noche con quien te apedrea de día, una acción humanitaria. El camuflaje del funcionario policial era perfecto. Aparte de los tatuajes con símbolos anarquistas, completaba su atuendo con los complementos propios del elegante estilismo radical: cresta, pendientes, clavos y otros artículos de ferretería repartidos por toda su anatomía y camisetas donde la mugre y los lemas antifascistas combaten por ocupar mayor espacio. El mimetismo fue total. Y aunque el ardid sea tan viejo como James Bond y tan recurrente como Mortadelo, logró su objetivo de obtener información acerca de estos grupos de lucha callejera. Definitivamente, este tipo merece una medalla, y una ducha.

Volviendo al principio de mi carta, el “qué bien lo pasamos” es en referencia a mi gozosa visita a Galicia de esta misma semana. Sin llegar al grado de pericia de este policía, creo que mi capacidad de mimetismo con el entorno gallego no está nada mal. No ser detectado como forastero, de Madrid para más señas, no es tarea fácil. Por eso no se me ocurre preguntar en un bar por qué al pulpo a feira le han hurtado las patatas. Ni por asomo se me pasa por la cabeza pedir en un restaurante un marisco fuera de temporada. Y, por supuesto, me he convertido en propagandista activo de la Ribera Sacra, ensalzando en tabernas y demás foros intelectuales las excelencias de la uva mencía y sus curativos efectos sobre cuerpo y espíritu. Podría decirse que soy un turista infiltrado, aunque me parecería más apropiado tildarme de converso galaico. Y se chove, que chova, carallo.

Te confesaré que mi viaje también guardaba un interés oculto: camuflarme en la patria de Feijoo para intentar entender su incapacidad de mimetizarse con su nuevo hábitat político. Le veo bastante perdido. Es chocante que, tocándole hacer oposición, mantenga el tono y los modos de quien ya ostenta el poder. Demasiado institucional, demasiado altivo. Supongo que para quien fue presidente de la Xunta durante tanto tiempo sin nadie que le tosiese, no resulta sencillo descender al otro lado, la trinchera del aspirante. Es más, le atacan por ambos flancos peleándole terreno por la izquierda y la derecha. Y cuando no le suelta un soplamocos Pedro Sánchez, recibe una colleja de Abascal. ¿Pero qué esperaba? ¿Llegar a la entrada de Moncloa y encontrar la alfombra roja extendida y a Sánchez guardando sus pertenencias en el camión de mudanzas? No, amigo. No tienes nada ganado y puedes perderlo todo. Como decía la profesora de Artes Escénicas a sus alumnos en la serie televisiva Fama: “tenéis muchos sueños, buscáis la fama. Pero la fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar. Con sudor”. Para ganar las elecciones generales no basta confiar en la capacidad de errar de quien gobierna, hay que demostrar la capacidad de acertar de quien pretende gobernar. Y para eso hay que vestirse el uniforme de opositor, debatir con contundencia y argumentar con firmeza, mimetizarse con el entorno de la dialéctica eficaz y no perderse en propuestas vacuas y consignas melifluas. De otro modo, no pasarás de agente infiltrado.


Querido compadre Quero: 

Cada vez que vienes a Galicia a actuar acabo agotado porque (esto es lo malo de tener un amigo humorista) he tenido que salir de copas con Quero Bertín Osborne, con Quero Revilla, con Quero Carlos Herrera, con Quero Matamoros, con Quero Arguiñano, con Quero Chicote, con Quero Piqueras, y lo que es peor, invitarles a copas a todos ellos. De modo que me lo he pasado muy bien, pero estoy arruinado, que es lo mismo que musitaba temblorosa la nécora de seis metros que te desayunaste ayer con la excusa de “picar algo para acompañar al Mencía”. 

Una vez más, y ya he perdido la cuenta, tu visita a Galicia ha venido acompañada de un sol espléndido, radiante, y cielos azulones que parecen de otras latitudes, y es algo que ya empieza a inquietarme. Sopeso hacer lo que sea para que te traslades definitivamente a vivir aquí. ¿Sabes gallego? Hablaré con mi amigo Gayoso a ver si te ficha para Luar, o si no haremos un crowdfunding entre los lectores para mantenerte en Galicia y ponerte un piso. Imaginen ustedes sol todo el año y estas temperaturas tan buenas para el cutis. Y en vez de cartas Madrid-Galicia, nos podríamos pasar papelitos por debajo de la mesa, que era mi principal causa de expulsión del aula en mis años escolares.

Tú le pones algunas pegas a Feijóo esta semana y yo, en cambio, celebro la salida con la que Ayuso rompió el saque al candidato socialista en el Parlamento madrileño. Le decía el socialista Lobato: “Empecemos por algo en lo que estemos de acuerdo: usted es una mujer y yo soy un hombre”. “Hoy usted es hombre”, contraatacó Ayuso, “pero puede que mañana no: usted decidirá lo que quiera ser, cada día lo que sienta”. 

No obstante, voy a darte la razón en el tono del líder popular. Es cierto que con una oposición liderada por Sánchez dan ganas de creerse ya en La Moncloa, pero al tiempo es extraña esa cierta altivez en alguien que, hoy por hoy, solo está optando a ocupar el puesto. Es posible que Feijóo haya pasado demasiado tiempo en Galicia sin oposición y sin posibilidades de perder la presidencia, y eso le haya hecho crecer como político, pero le haya despistado como candidato de la oposición. De exceso de confianza también se muere. 

Comparto contigo que la noticia de la semana es la gran infiltración. Como si de una novela romántica de AliExpress se tratara, en su intento de denunciar no sé qué, las independentistas a las que se les ha pasado el amor han terminado proporcionando a la España real, la del chascarrillo y la barra de bar con palillos en el suelo, un montón de horas de diversión. Desde aquí, no me escondo: gracias por tanto.

A mí lo que más me inquieta de este asunto es considerar que a partir de ahora hubiera que revisar las condiciones de moralidad y pulcritud que emplean las fuerzas y cuerpos -sobre todo los cuerpos- de seguridad del Estado de todos los países para obtener información sensible. No quiero ni imaginarme la cantidad de mujeres fatal de la historia, esas célebres espías, que saldrían a flote, y lo lamentable que sería ver a quienes cayeron en sus redes cacarear no sé qué del acoso en medio de una nube de periodistas. 

Lo cierto, compadre, es que ya ha hemos confirmado mil veces que hay un récord que no para de batir el independentismo catalán, sin dejar de superarse en cada nueva escena, y es el de la competición del ridículo. No hay colectivo político que con tanto empeño y con tanta insistencia haga tanto el ridículo y, no solo eso, sino que de forma totalmente incomprensible son los únicos que convocan a todos los medios de comunicación mientras están haciendo el payaso, para contarlo, y hacer que la vergüenza ajena se expanda a todos los rincones de la tierra. 

Te puede interesar