Opinión

Cartas Galicia - Madrid: Un gobierno que odia a los trabajadores y De bares, bolas y pelotas

Un Gobierno que odia a los trabajadores

Querido compadre Quero:

Cierra en Orense La Mejicana tras 22 años. No es por falta de clientes. Es por falta de personal que los atienda. La crisis de trabajadores de hostelería es otro milagro de este Gobierno, algo que hace tan solo unos años era impensable en gran parte de España. Recuerda que, aunque para Yolanda Díaz las cifras del paro sean “espectaculares”, nuestro país tiene un paro del 12,6%, el más alto de la UE, duplicando la media de todos los países. Es decir, el 26% de todos los desempleados de la UE. Uno de cada cuatro parados de la Eurozona está en España. Pregúntate por qué razón, con casi tres millones de parados, de pronto nadie quiere trabajar en un bar, ni siquiera –como antaño- para pagarse la carrera. O más bien, por qué empleadores y posibles empleados son incapaces de llegar a un acuerdo, atravesando la telaraña de trabas que ha instalado el Gobierno.

Este desastre no responde a una sola causa. Pero sin duda, resulta insultante que Sánchez presuma del éxito de su reforma laboral cuando lidera el desempleo en la UE. Tengo para mí que el empeño de la ministra comunista por imponer rigidez en la contratación, más allá de la parte cosmética de la reforma, está ofreciendo los resultados esperados: el hundimiento de la actividad económica. Con la inflación disparada, y una situación alarmante en todos los sectores, el Gobierno ha optado por subir cotizaciones, impuestos –para darle hasta el infinito a la matraca del gasto público- y constreñir aún más la contratación. Es una idea brillante apagar el fuego con gasolina.

El comunismo nunca ha tenido razón. Y nunca ha funcionado. Pero en 2022 está fuera de juego. Ni siquiera se han molestado en actualizar sus propias sandeces. La imposición de rigidez laboral es un chiste de otro siglo, cuando el mundo entero camina en otra dirección: deberíamos cambiar cada vez más de trabajo, incluso laburar en dos o tres pequeñas cosas al mismo tiempo, y facilitar que empresarios pequeños y grandes puedan contratar y despedir en función del panorama cambiante que la economía global ha instalado en todos los sectores. 

Si algún político quisiera apuntar al futuro, debería comprender este cambio de paradigma que, por cierto, no es peor para el trabajador ni para la empresa ni para el PIB que el viejo contrato fijo en un mismo empleo que podía durar toda la vida. Las potencias de Occidente trabajan para flexibilizar el trabajo, los horarios y las condiciones, del mismo modo que promueven el teletrabajo y los contratos por proyecto, mientras que la señora que usurpa el puesto de Ministra de Trabajo sigue creyendo que todos los trabajadores del siglo XXI hacemos cola cada mañana para ingresar en una maldita mina de mineral de hierro. 

Contratar y emprender se ha convertido en un infierno en España. Y quien más lo está sufriendo es el trabajador, que se pregunta por qué diablos no puede acordar con un empleador las condiciones que le salgan de las pelotas para ganarse su jornal, y rechina sus dientes sin comprender nada mientras engrosa las listas del paro, que ya no es la ruina económica, sino también el perjuicio psicológico que arrastran en España tres millones de deambulantes que se sienten inútiles. Y no lo son. No es culpa suya. Es de Yolanda Díaz y de Pedro Sánchez.

Me cuenta un hostelero amigo que es el Gobierno el que ha instalado en la sociedad la sensación de que no merece la pena trabajar: “Ofrezco 1.200 euros y gente que está en el paro me dice que por ese dinero prefiere rascarse las pelotas en casa y seguir cobrando 500 euros de ayudas”. Una pregunta inocente: ¿de dónde van a sacar el dinero para las ayudas cuando, una tras otra, las empresas, los autónomos, los bares, se vean obligados a cerrar? 

De bares, bolas y pelotas

Querido compadre Itxu:

Te entiendo. Comprendo tu preocupación por la inflación, la crisis energética, el PIB… pero por encima de todo, por el cierre de un bar. No hay desgracia comparable. Y además, es que ya van unos cuantos.

El bar es el núcleo celular de nuestra sociedad. En él sucede la vida. El bar es también fuente de inspiración artística. ¡Grandes obras se han hecho en los bares! Sin ir más lejos, un amigo mío acaba de alicatar los cuartos de baño, ha cambiado la barra y ha aprovechado para desinstalar el aire acondicionado, pues si no puede ponerlo a la temperatura que le dé la gana, de qué le sirve. Ya sabes, el Gobierno nos dice lo que hemos de beber, de comer, de estudiar y de sudar.

Qué te voy a contar a ti sobre la importancia de estos lugares si eres autor del libro de culto “Nos vimos en los bares”, de lectura obligada para todos los tabernarios de bien. Mesones y tascas son establecimientos donde igual puedes ahogar una pena que celebrar una alegría. Tabernas y cafeterías son hoy los únicos foros de debate en los que la libertad de opinión y expresión campa a sus anchas. Es más, los grandes negocios siempre se cerraron en los bares. Ahora se cierran los bares porque no es negocio.

Esta semana, en Madrid, el protagonista es un bar: La Taberna Maravillas. En ella se produjo un encuentro anunciado por algunos medios como “la cena secreta de Feijoó y Ayuso”. El local se halla en una de las calles más concurridas de la capital y en una mesa pegada a una cristalera, a modo de escaparate, se sentaron ambos . Vamos, que el único secreto de esa cena sería el ibérico que les podrían haber servido, de no ser porque optaron por la ensaladilla rusa, un tomate aliñado y una bola de cocido. Esto último es lo más llamativo. La bola. Una reunión de políticos en la que hay bolas en la mesa es un peligro. Lo más habitual es que haya pelotas. Pelotas de partido, pelotas de despacho, pelotas de escaño… Pero no es el caso. Cenaron a solas. Sin interferencias. Sin asesores. Sin obstáculos. En la última cena eran 12 y un Judas. Así, por estadística, en una cena de dos se reduce considerablemente la posible presencia de traidores.

Como ves, compadre, de esa cena supuestamente oculta se conoce dónde se produjo, quiénes eran los comensales, el menú y hasta la marca de calzoncillos del camarero. ¿Y de qué hablaron? Esto parece ser lo de menos, pues ambos navegan con el viento a favor de las encuestas electorales y eso les aporta la confianza en sí mismos de la que carecen los del PSOE.

Este martes, el Senado será escenario del primer cara a cara entre Feijoó y Sánchez. En Moncloa sugieren que el gallego debe de estar muy intranquilo por ello. Tal es el culto al líder que profesan los pelotas al individuo este que preside el Gobierno. Hasta ese punto se tragan sus bolas, se pasan la bola y se les va la bola sin percibir que a los ciudadanos, este Sánchez, se nos hace bola. No obstante, algo deben sospechar, pues mañana comienza una campaña de imagen presidencial consistente en sacar a Sánchez de paseo por España. Lo hacen para demostrar que, además de a la gente de la calle, también es capaz de pisar la calle. Incluso anuncian encuentros con grupos de ciudadanos seleccionados convenientemente. Yo propongo otra cosa. Si de verdad quieren que Pedro Sánchez sepa lo que le inquieta al pueblo y conocer las sensaciones que despierta en sus electores, que lo suelten en un bar, en bolas, metafóricamente hablando. No sé si saldría ileso, literalmente hablando. Por eso, han optado por otra fórmula: rodearlo de figurantes en un decorado propicio, donde la única reminiscencia de un bar será el grito de “¡marchando una de pelotas!”.

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