Opinión

Los lodos de aquellos barros

Desde José Luis Rodríguez Zapatero, el hombre que susurra a los narcos, los socialistas tienen una querencia casi obsesiva por los terroristas. Los aman, o al menos se sienten sexualmente atraídos por ellos, como la adolescente se enamora del malo de la clase. Da igual que sean etarras, islamistas, o palestinos. Todo vale. Pero visto con perspectiva, se trata de una traición a sus predecesores, y a tantos socialistas que hicieron de su vida política un ejemplo mundial en la lucha contra el terror, por no hablar de los que directamente murieron a manos de los pistoleros de la ETA. Por supuesto, ya no están los que ejercerían hoy la resistencia, o ya han sido purgados por la propia maquinaria de Ferraz, pero no deja de resultar irritante comprobar que, sin Zapatero, Sánchez ni siquiera se estaría planteando las opciones aberrantes por las que está optando para mantenerse en el cargo. 

La última de las maniobras, en medio de su adicción a los pistoleros, es el reconocimiento del estado palestino. Se mire como se mire, solo se ve un triunfo en un movimiento así, y es la victoria de Hamás, grupo terrorista que mantiene atemorizados tantos a los israelíes como a los propios palestinos. ¿Crees que al presidente le importa algo todo esto?

Y luego está el asunto de la diplomacia internacional. Incluso si vas a tomar una posición completamente idiota en política exterior, conviene hacerlo con el mayor número de aliados posibles. España ha encontrado aliados de tercera fila, pero se ha encontrado la oposición de Estados Unidos, y solo de momento, porque, para desgracia de los americanos, el Partido Demócrata de Biden, está experimentando el mismo viaje antisemita que ya hicieron antes los socialistas de nueva hornada, los que son capaces de encamarse antes con Podemos o con Bildu que con Ciudadanos o con el PP.

Al margen de lo repugnante que resulta el reposicionamiento del Gobierno de España, no olvidemos que aún hay jóvenes rehenes israelíes en cautiverio, en manos de los terroristas palestinos, todavía es peor para los intereses de la nación considerar los perjuicios económicos y políticamente estratégicos que nos traerá esta ofensa gratuita a Israel. De momento, han llamado a consultas al embajador de España y han advertido de que esto tendrá “graves consecuencias”. Pero España e Israel mantienen importantes conexiones empresariales, lazos en los que no ha pensado nadie del Gobierno de España antes de ponerse el pañuelo palestino y sumarse a la marea comunista antisemita. 

El hecho de que ni siquiera Joe Biden, tan sectario como gagá, haya aprobado la iniciativa española, tan solo apoyada por Irlanda y Noruega -vaya a usted a investigar las turbias razones-, debería darle alguna idea sobre lo estúpido que está siendo su comportamiento, y lo mal que vendrá esto a España, a Europa, a Israel, y a Palestina.

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