Opinión

LA MADRE TERESA DE CALCUTA

Hace unas semanas, a raíz del hallazgo del llamado 'boson de Higgs', una crónica periodística empezaba refiriéndose al conflicto entre los científicos y los hombres de fe, como si no fuera posible reunir las dos condiciones en la misma persona. Lea el atento lector el excelente libro de Antonio Fernández Rañada 'Los científicos y Dios', donde en contra del estereotipo se constata que la mayoría de los grandes científicos vivieron seducidos por el enigma de Dios, y que muchos de ellos fueron fervientes creyentes. La religión no es enemiga de la razón ni de la ciencia. No existe un solo argumento científico contra la existencia de Dios y sí algunos filósofos a su favor, aunque tal vez no quepa una demostración evidente de su existencia sino vías o caminos que nos llevan a la conclusión de que 'creer en Dios es razonable', como sostiene Santo Tomás de Aquino.


En efecto, el universo es insondablemente misterioso y la ciencia no logra disipar ese misterio. El biólogo inglés John B.S. Haldane afirma: 'Sospecho que el universo no solo es más misterioso de lo que suponemos, sino más de lo que podemos suponer'. La ciencia no puede responder a las grandes preguntas de la existencia humana, porque ni siquiera se las plantea. No se puede encontrar el espíritu si se le busca en lo que sólo es materia. La ciencia ni afirma ni niega la existencia de Dios. No es su problema. Einstein lo resumió así: 'La ciencia sin religión es coja, la religión sin ciencia es ciega'. Añadamos que existe un falso prejuicio: creer que la ciencia es el único modo de conocimiento verdadero. Y más falso aún, negar todo aquello a lo que la ciencia no alcanza. El científico Arthur Edington ilustró esta idea con una profunda y pertinente fábula:


Un hombre se propuso estudiar la vida submarina utilizando una red formada por una malla con cuadriláteros de tres pulgadas. Después de atrapar a muchas criaturas marinas con su red, concluyó que en el mar profundo no existen peces de menos de tres pulgadas de longitud. La red de la ciencia sólo atrapa un tipo de verdades, pero no es capaz de atrapar las verdades del espíritu que son las fundamentales para el hombre. Se lo impide la dimensión de la malla de su red, es decir, su objeto y su método. Por lo demás, la afirmación de que sólo existe lo que estudia la Física no puede pertenecer a la Física. La negación de la metafísica es ella misma metafísica. Hay razón más allá de la razón científica y técnica, incluso hay razón y conocimiento en el ámbito de las emociones y sentimiento y en el ámbito de los valores éticos y religiosos.


Como alguien ha dicho: un poco de conocimiento tal vez aleje de Dios; mucho, acerca a Él. La ciencia es ajena a la religión pero tal vez más aliada que enemiga. La fe, como dice Benedicto XVI, no niega la razón sino que la ensancha.

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