Opinión

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El lema que preside este año el octavario de oración por la unidad de los cristianos se pregunta: '¿Qué exige el Señor de nosotros?' (Miqueas 6,6-8). La enérgica exhortación del profeta a favor de la justicia y de la paz se concentra en los capítulos 6,1-7,7, parte de los cuales constituyen el tema de este año para la oración por la Unidad de toda la familia cristiana. La auténtica unidad es inseparable de la santidad personal y de la justicia social. La liberación divina de la esclavitud y de la humillación urge que 'respetemos el derecho, practiquemos con amor la misericordia y caminemos humildemente con nuestro Dios'.


¿Qué exige el Señor, para alcanzar la gracia de la restauración de la plena unidad entre todos los cristianos? En concreto, ¿cómo vivió Él el misterio de la unidad? Hay que reconocer que ese misterio forma parte esencial de la vida y de la misión de Cristo. Es necesario abrirse al Espíritu que llama a todos los cristianos a ponerse ante Cristo como discípulos para aprender de él. Solo fijando la mirada en Cristo, 'autor y perfeccionador de la fe' (Heb.12,1) se encuentra luz y fuerza necesarias para llevar adelante la larga y ardua peregrinación hacia la unidad.


La fuerza reconciliadora del Evangelio aparece en todas las palabras y gestos de la vida de Jesús. Cuando proclama las Bienaventuranzas, como nueva manera de vivir orientados hacia el Reino de los Cielos, está describiendo el clima donde debe florecer la comunión. A modo de testamento, deja el Mandamiento Nuevo: 'Amaos los unos a los otros como yo os he amado'. Durante su vida pública invita a practicar el perdón mutuo con un amor que se extiende también a los enemigos. Al final de su vida histórica ora al Padre por la unidad de aquellos discípulos que estaban con Él y por los que más tarde creerán en Él. Por fin, entrega su vida en el sacrificio en la Cruz, para reunir y juntar a los hijos de Dios que andaban dispersos (Jn. 11,51-52). Después de su resurrección sale al encuentro de sus discípulos para restablecer la comunión, ya que andaban como ovejas dispersas. Y cumple la promesa de enviarnos el Espíritu Santo, admirable constructor de la unidad eclesial.


¿Qué hacer ante las palabras y comportamiento de Jesús? Ante todo, practicar el ecumenismo espiritual: La conversión del corazón, la santidad de vida y la oración. Del 18 al 25 de enero (semana del ecumenismo) la Iglesia intensifica la oración personal y litúrgica pidiendo la unidad de todos los bautizados. La unidad es un don de lo alto, que tiene su origen y crece en la comunión de amor con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La plegaria de los cristianos por la unidad es una humilde y esperanzada participación en el deseo de Jesús, que prometió que toda plegaria hecha en su nombre será escuchada (Jn.15,7). Coincidiendo con la semana diocesana de teología, el 26 de enero, a las ocho de la tarde, habrá en la Catedral una celebración litúrgica por la unidad.

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