Opinión

De la cabeza al bolsillo

En una calle cualquiera de Buenos Aires, en una pared de cualquier lugar, aparece una frase que mi ahijada Soledad ha fotografiado y publicado. Interesante publicación por lo que refleja y por la gran actualidad que ella tiene. Textualmente: "¿De qué sirve la riqueza en los bolsillos si hay pobreza en la cabeza?" En el fondo es un ataque a la sociedad materialista del tener y consumir y sobre todo de almacenar cuanto más mejor. Así anda el mundo, movido por estos parámetros. Llenos a rebosar de cosas inútiles que cualquier día nos van a impedir entrar en casa y tendremos que dormir en el ascensor. Ya verán.

Porque, comenzando por las opciones que hoy en día tienen los jóvenes que acaban el bachillerato, sus ideales parecen ser aquellos que les produzcan mayores beneficios económicos, lejos de elegir la carrera y la profesión en la que sean más felices y para la que están mejor cualificados. Se mira muy poco esto.

Conocí un caso muy claro. Unos padres que estaban empeñados en que su hijo único estudiase la carrera de Exactas porque venía de familia. El chaval, que malamente sabía que dos y dos son cuatro, ingresó en la facultad, de la que tuvo que salir al año siguiente sin haber aprobado siquiera una asignatura. Al final tuvo que dedicarse a otra cosa sin estudiar nada, porque, por otra parte, además de vago es bastante cortito de luces. Hoy despacha detrás de un mostrador.

Es el pecado de muchos padres, que lo único que buscan para sus hijos es que llenen sus bolsillos, tengan un buen coche, un apartamento en la playa y otro en la montaña por si cae la nieve y pueden esquiar. Triste situación que infravalora, o al menos olvida, contemplar las cualidades y aptitudes que cada cual tiene para hacerlas rendir en la vida. Es la vocación. Cada uno debe ser serio y ver la vocación que posee y las cualidades que le adornan. Nunca podrá ser aviador uno que además de vértigo nada sabe de aviones, por mucho que estuviere bien remunerada su actividad. Así de claro.

¡Los bolsillos! Esta sociedad da la impresión que únicamente se mueve por el dinero y por llenar los bolsillos. Es la avaricia que muchos tienen y la envidia del que va al lado con un par de céntimos más, olvidando que tan servicio es el del barrendero como el del alcalde o el rey. Mientras desconozcamos esto tan evidente, nunca podremos tener una sociedad tranquila, equilibrada y habitable.

Por todo ello se está generando una inmensa pobreza mental, que es mucho peor que la material. Gente que va por la calle luciendo sus posesiones pero que desconoce que el Pisuerga pasa por Valladolid y que los Pirineos dividen España de Francia, y nada digamos sobre que el Tajo nace en la sierra de Albarracín y desemboca en el Mar de la Paja, cerca de Lisboa. Es la incultura actual que asusta ya sea en los medios de comunicación o en los discursos de algunos oradores de cualquier tipo. Al oír ciertas vaguedades y ciertas afirmaciones, que serán "políticamente correctas" pero totalmente inexactas, uno se pregunta por quien ha formado a ciertos sujetos que llegaron a donde están de una manera inconcebible.

Recuerdo hace muchos años que en una cena cierta persona me llamó la atención porque yo había corregido a un supuesto personaje. "¿Cómo se atreve a corregirle si es un personaje de categoría?", me dijo. Eso lo dirá usted, pero de categoría nada de nada y recuerde bien, le dije, que hay un refrán latino muy certero para ello: "Quod natura non dat, Salmanticae non prestat". Habrá pasado por la universidad pero su naturaleza, mi buena señora, nunca se la va a cambiar ni Salamanca ni la Sorbona.

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