Opinión

El amor

Suelo decirles a mis alumnos que hoy en día la palabra amor es una de las que generan más equívocos, porque su utilización a veces dista mucho de responder a lo que de manera primigenia significa. El amor de unos padres, de unos esposos, de la verdadera amistad es algo muy sagrado que debemos acrecentar y salvar. Pero acontece que vivimos en la sociedad del tener y postergamos los contenidos de los valores y en definitiva la cultura del ser que, desde que nacemos, debiéramos cultivar.

Para cuantos tenemos fe, el modelo lo contemplamos a lo largo de todo el mensaje cristiano y sobre todo en la actitud del Maestro, que vino para que tengamos vida en abundancia como recuerda San Juan que, por otra parte, es el apóstol del amor. Si somos capaces de leer con detención el contenido de las cartas joánicas caeremos en la cuenta de la gran diferencia entre caridad y filantropía que aquí hemos citado muchas veces. Una cosa es la colaboración humana por ser necesaria para la pacífica y sana convivencia, y otra bien distinta la que se basa en los capítulos 4 y 5 de la primera carta del “discípulo amado”. El amor a los demás se basa en que el otro es hermano.

Porque ya podríamos hacer incontables e infinitos esfuerzos pero si olvidamos la caridad es tiempo perdido. Viene a mi recuerdo aquella inolvidable frase del genial párroco que lo fue de Vilamarín y que falleció en el medio de la Catedral preparándose para la Misa Crismal. Decía el célebre don Antonio (“O Pote”) que, si miramos el mundo de tejas abajo, estamos perdidos. Esta es la verdadera exigencia del amor.

Y lo refleja muy bien el refrán castellano cuando apunta que es necesario aquello de “a Dios rogando y con el mazo dando”. En definitiva, la esencia del verdadero amor, que nunca debiera confundirse con el sexo. Porque tampoco siempre todo sexo está rodeado de amor. Confunden algunos el simple placer con las esencias del amor, que brota de la solemnidad de hoy que es la Santísima Trinidad. Porque, en algún sector de la sociedad actual tiran por la borda esas esencias y reducen el llamado amor a un momento efímero de un placer muy pasajero. 

Un amor que se reduce a lo externo o simplemente humano está lejos de ser el verdadero que siempre supone sacrificio, entrega y cercanía con los demás. Cristo lo dejó bien claro: “Como yo os he amado”. Ese es el ejemplo del verdadero amor. Y así, el amor de los padres hacia sus hijos supone ese sacrificio y entrega con la certeza de que Castelao tenía razón cuando escribía: “Nunca un home deixa de ser neno no colo da sua nai”. Y así podríamos citar ejemplos desde la Virgen al pie de la Cruz a las lágrimas de santa Mónica hasta que consiguió la conversión de su hijo, el gran san Agustín, que llegó a ser una de las mentes cristianas más preclaras.

¡Ah, y mañana es san Antonio!, que es de Alfama, en la ciudad de Lisboa. que hoy lo celebraremos como patrón.

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