Opinión

Errantes

La Navidad es momento para vivir, dejando tópicos a un lado, el diálogo la convivencia, paz y, sobre todo comprensión. Días para comprender y amar en un mundo guiado por el tener y no por ser y sin amarnos. Menudea la envidia, subimos en el ascensor sin saludarnos apenas y, sobre todo, sin importarnos el problema y el sufrimiento del compañero de viaje. Somos como errantes en medio de un mundo que llamamos globalizado. Nunca tantas reuniones ha habido y, acaso, jamás tantas guerras y odios.


En la práctica, nos preocupamos poco o casi nada del problema del vecino. Y hoy en día esto es muy grave, cuando nuestras ciudades y pueblos se están volviendo cosmopolitas. Muchos hombres y mujeres viven errantes por el mundo, perdiendo uno la vida en medio del mar y sufriendo, los otros, la incomprensión en las utopías a las que han huido en busca de supervivencia. Por nuestras calles deambulan africanos, gente del Este, americanos, de todo. Y en cada uno subyace un problema. El haber tenido que emigrar, ya es un problema, y no pequeño, porque no siempre encuentran lo que buscaban, ni la comprensión que necesitan. Errantes en medio del confort, donde sobra de todo, pero falta lo más importe: corazón receptivo.


Recogiendo la célebre canción de Bob Dylan, parece que para alguno la respuesta ’está en el viento’. Sería necesario preguntar, a los que así piensan, qué entienden por el viento. Aprendimos que es el aire en movimiento. Difícil será descifrar cómo el mundo puede conseguir el remedio a sus problemas en el aire que sopla de un lado o del contrario. Seríamos veletas movidas por la intensidad del viento. Plácidamente en verano, fuerte en marzo y, con las lluvias de abril, no sé si conseguiríamos un mayo florido y hermoso.


En el mundo se mueven muchos con imprecisión brutal, ayunos de amor y comprensión para los humanos que viven errantes. Buscamos respuestas alrededor, en la técnica, en la tecnología, o el viento y así nos luce el pelo. Desde el siglo XIX, sobre todo, han ido surgiendo humanismos que pretenden ser la solución y que, al final, van cayendo poco a poco. Ni el ’opio del pueblo’, ni el ’Dios ha muerto’ han ido a más en la humanidad. En el fondo, han sido modas que, al final, no alcanzaron la propagación que tanto Marx como Nietzsche pretendían. El mundo actual se mueve al socaire de las modas, los tópicos y un pretendido progreso en una serie de falsos humanismos. Ya sería llegado el momento, sobre todo en Navidad, de echar una mirada a nuestro lado y ver a tantos que viven solos, inmigrantes e incomprendidos que, en sus vidas nómadas, van errantes por el mundo.


En definitiva esto es lo que mañana recordamos, porque también los padres del Niño que nace no tenían donde cobijarse, eran errantes por las calles de Belén.



Te puede interesar