Opinión

Un personaje histórico

Sin duda alguna, la figura de San Rosendo(26/11/907, Sto.Tirso - 1/3/977, Celanova), cuya fiesta se celebra hoy y que los celanovenses y mindonienses con toda razón honran con gran ilusión con fasto y solemnidad, es una de las más grandes de la historia de Galicia. Su influencia en el norte de la península en el medioevo ha sido enorme tanto en la vida civil como en la monástica, evangelizadora y en el arte que surgió en torno a su figura y de lo que conservamos preciadas muestras, siendo la más preciada la capilla de San Miguel de Celanova, joya única.

Habiendo estado emparentado con diversas monarquías, ello le facilitó el acceso al máximo poder en Galicia y alrededores. Hijo de la nobleza, fundó diversos monasterios (Celanova es el más notable) y siendo abad llegó a ser obispo de Mondoñedo, sucediendo a su tío, y de Iria Flavia (Compostela) al haber sido depuesto y encarcelado su antecesor. Figura política de gran importancia en la Galicia del siglo X, siendo incluso virrey. Su actividad en la Galicia de entonces fue inmensa, como lo fue su influencia en la vida monacal en Galicia, en Asturias y León.

Pero sobre todo su notoriedad radica en la abadía de Celanova que le donó el rey Sancho Ordóñez y su influencia igualmente en la vecina Vilanova dos Infantes, de cuya iglesia mozárabe se conserva un modillón en el museo arqueolóxico de Ourense. Tras poner orden en Mondoñedo fue prior de Celanova, desde donde extendió su influencia y la Regla Benedictina. Nunca fue ajeno a luchas por el poder que menudeaban entonces entre la nobleza, viviendo Galicia una etapa de inestabilidad y desgaste por culpa de continuas peleas internas e intrigas en las que la misma Iglesia y sus monasterios se veían inmersos. Los reyes asturleoneses le confiaron el gobierno de Galicia como virrey de una tierra, como señalamos antes, entonces agitada por las conspiraciones nobiliarias.

El rey Sancho I le nombró administrador de la diócesis de Iria-Santiago de Compostela, hasta el envenenamiento del rey en Castrelo de Miño. A partir de ese momento se retira definitivamente a su monasterio de Celanova, donde permaneció hasta el final de sus días. Allí se conservan sus restos en dos hermosas arquetas de plata en el monasterio celanovés así como su ara, peines, anillo, mitra, báculo y ajedrez en el museo catedralicio. 

Gran figura la de este santo, abad, caudillo, obispo y virrey, que sobre todo en la edad moderna a partir de los años setenta del siglo XX se trata de revitalizar su obra tanto en la diócesis de Mondoñedo, de donde es patrón, como en Ourense, donde acabó sus días. Y en ese empeño son notables los esfuerzos de la Academia fundada en torno a su figura con el apoyo de las diócesis de Ourense y Mondoñedo. Tanto Manolo Buciños, como Xosé Cid ha puesto su sello en las dos figuras de esta época, una en bronce entrando en Celanova desde Bande y la otra en el centro de la calle del Progreso ourensano.

Le evangelización del norte de la península comienza desde el norte de Portugal y en ello, frente al rey suevo Carriarico, tuvieron gran protagonismo primero San Martín de Dume y, sin duda, después San Rosendo. De todo han quedado en esa zona tan hermosa de Bande y Celanova muestras y restos que tan bien recoge la espléndida exposición actual sobre el reino de los suevos. Bien está que al abrir el mes de marzo se celebren las célebres “marzás” en Celanova y se trate de propagar la señera figura de quien fue el artífice de gran parte de esa zona.

Te puede interesar