Opinión

¿Un simple baño?

La Iglesia católica celebra hoy, clausurando el tiempo de Navidad, el Bautismo de Cristo. Su primo, Juan Bautista, a quien liberó del pecado original estando aún en el vientre de su madre y por ello nació sin pecado original, bautizó al autor del Bautismo en el Jordán. A Él, que era el Cordero que quita el pecado del mundo. Daba así una muestra más de su humildad sometiéndose a la ley que era para todos. El bautismo es mucho más que un simple baño.

Sería una buena ocasión para que todos los bautizados tomásemos seria conciencia de lo que significa el primero de los sacramentos que abre la puerta a la Iglesia y a la recepción de los demás. Porque posiblemente las modas se han introducido hasta tal punto que convertimos este sacramento en un evento simplemente festivo y social, lo cual sería sumamente grave. Es mucho más. Una fiesta sí, porque supone la alegría de la pertenencia a la comunidad eclesial una vez borrado el pecado original, pero esa es la razón y nunca meramente el acto social.

Incluso cuando se bautiza a un bebé. La madre nunca le pregunta al recién nacido si quiere comer o si quiere tomar una medicina. Se la da porque necesita sobrevivir. Porque es un bien. Pues lo mismo acontece con el bautismo de los bebés a los que, basándose en la fe de quienes allí le llevan, se les confiere un bien para toda la vida. Aunque al recién nacido le duela una inyección se la ponen porque es para su bien.
Decimos que el bautismo es para siempre, imprime carácter como la confirmación y el orden sacerdotal y borra los pecados, como la penitencia y la unción de enfermos. Y de aquí su gran importancia. El comportamiento y la búsqueda de la santidad tiene su raíz en el bautismo tanto para el papa como para el último bautizado, a todos nos iguala. Se nos conceden unos talentos para negociar, un compromiso para cumplir, unas exigencias para consecuentemente seguirlas.

Si me permiten, déjenme que vuelva una vez más al pasaje de las tinajas de Caná, de lo que hablaremos en próximos domingos. Es importante observar el comportamiento que en aquella ocasión tuvieron los sirvientes encargados de repartir el vino a los comensales. Obedeciendo el mandato de María ante la escasez de vino llenaron las tinajas de agua. Y claramente dice el Evangelio que “las llenaron hasta arriba”. Lejos de ser cicateros cumplieron echando agua a rebosar. Y solamente se realizó el milagro de la conversión de aquella agua en vino cuando los sirvientes pusieron de su parte todo.
Muchos cristianos tal vez buscan milagros del momento sin arrimar el hombro y pidiendo que el milagro venga y nada más. Olvidamos el refrán castellano también en esto: “A Dios rogando pero con el mazo dando”. Solo así la cosa funcionará, y en la vida cristiana más de lo mismo.

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