Opinión

Para usar el euro no hay que estar en la UE

Con independencia de constatar que, sea cual sea el futuro de Cataluña, el proceso catalán exige diálogo político y un acuerdo entre Madrid y Barcelona, están poniéndose encima de la mesa hipótesis económicas a menudo contradictorias.

La más llamativa es la que hace referencia a la salida del euro de una Cataluña independiente. Desde Madrid y, en general, desde fuera de Cataluña se habla del supuesto como algo automático, en caso de producirse la independencia, cuando en realidad hay dos datos que, cuando menos, matizan esa posición tan radical.

Primer dato: a la vista de todos los esfuerzos llevados a cabo para mantener a Grecia en el euro, sorprendería mucho que el Banco Central Europeo prescindiera de un plumazo de una economía más grande que la griega. El Producto Interior Bruto de Cataluña supera en unos 20.000 millones al de Grecia, a pesar de tener unos 4 millones de habitantes menos. ¿Más allá de los intereses políticos de España, entenderían algo así los mercados financieros? Un tercero, desde Japón o Estados Unidos, podría preguntarse: ¿por qué tanto interés en Grecia y tan poco en Cataluña, que es económicamente más grande y más fuerte por su desarrollo industrial y tecnológico?

Segundo dato: no es cierto que para usar el euro sea necesario estar en la eurozona o en la Unión Europea. El euro es la moneda común de 19 de los 28 Estados miembros de la UE (Alemania, Austria, Bélgica, Chipre, Eslovaquia, Eslovenia, España, Estonia, Finlandia, Francia, Grecia, Holanda, Irlanda, Italia, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Malta y Portugal), pero también circula en cuatro microestados europeos que tienen acuerdos con la UE para el uso del euro (Andorra, Ciudad del Vaticano, Mónaco y San Marino), así como en Kosovo y Montenegro, dos de las escisiones de la antigua Yugoslavia. Eso supone que el euro es la moneda de otros 2 millones de personas que no están en la UE. Es más, extremando los supuestos, podría darse el caso de que una Cataluña independiente quedase fuera de la aplicación de los tratados comunitarios -simplificando, fuera de la UE de manera transitoria- pero no fuera del euro.

Ambos datos no son opiniones, son meras constataciones de hechos bien conocidos que, en la vorágine de la campaña electoral y de los discursos de brocha gorda, terminan por pasar inadvertidos, cuando no manipulados por unos y por otros en la refriega electoral.

Enlazando con el principio, una vez que pasen las elecciones catalanas se impondrá el pragmatismo y ambos bandos deberán negociar, sin necesidad de pervertir la realidad a cambio de un puñado de votos. Pero mientras llega ese momento, que llegará -máxime cuando España tenga un nuevo gobierno, tras las elecciones de diciembre-, tampoco es cuestión de falsear la realidad del euro.

A nivel político, ya sabemos lo que piensan -o dicen que piensan- Angela Merkel, David Cameron, François Hollande, Barack Obama, la Unión Europea, la banca... Pero lo más importante -lo esencial- será saber lo que piensan -mediante su voto- los más de cinco millones y medio de catalanes llamados a las urnas, partiendo de que a una semana de la votación la mayoría de encuestas -excepto la del diario La Razón- sitúan a la candidatura independentista Junts pel Sí cerca de la mayoría absoluta –cifrada en 68 escaños-, algo que lograrían juntando a sus diputados los de la CUP, la otra lista independentista. ¿La mejor solución? Esperar -sin nervios- al 27-S.
 

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