Opinión

Conócete a ti mismo

Sólo sé que no sé nada, apuntaba Sócrates, el primer filósofo. No está mal afirmarse en la ignorancia, en todo lo que uno desconoce, en poner en tela de juicio convicciones y certezas, personales, que nos conducen al error, en vez de acudir a la verdad.

La verdad no se lleva, lo que importa hoy son las convicciones, el autoconvencerse de una realidad exterior que nos arponea porque sí, sin plantearse otra cosa; uno nunca es culpable de nada, faltaría más. Hace una semana el pueblo griego acudió en masa a las urnas ante el desacuerdo de las imposiciones de los acreedores del Eurogrupo. El referendum no acicalaba la verdad, no era lo que se pretendía, sino digerir una situación en apariencia injusta en un momento de la historia complicado. Toda negociación, más si hay acreedores y prestamistas, se presupone compleja, qué decir si alguna de las partes, o las dos, pretenden desprenderse por el camino de los negociadores, o poner en peligro situaciones ya solucionadas. Con gran clarividencia se han escuchado voces hablando de un plebiscito y del horizonte que se vislumbraba tras él, como si el problema estuviera resuelto en votar sobre una convicción moral más que sobre lo que estaba sobre la mesa, y todo en medio de un corralito bancario y sin otra disposición que el pataleo.

La trayectoria de la política griega se ha mostrado irresponsable con el beneplácito de muchos actores, es innegable. La llegada de Tsipras al poder no ha significado mejoría alguna, es más, el empeoramiento ha sido notable, y lo más grave, han instalado al pueblo griego en la posición de un trilero, y la confianza es clave a la hora de negociar, más, si lo que está en juego es un dinero que te han de prestar, y tu insites en la arrogancia y en lo malencarados que son tus prestamistas, que no son otros que las instituciones y los socios prestadores europeos. No sé cuál será el desenlace, sólo que las partes harían bien en seguir las máximas de Sócrates, empezando por “Cónocete a ti mismo”

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