Opinión

Y el rey, desnudo

Los momentos crudos improvisan héroes en quienes hasta entonces se habían mostrado insignificantes; también grandes villanos capaces de tiranizar a los suyos en defensa de sus propios intereses. 

La verdad “periodística” se resiste porque el ser humano es reacio a contarla. También es cierto que quien no tiene nada que ocultar no ha de sentir sonrojo, aunque por el camino a uno lo difamen a cañonazos; por suerte, en un estado garantista hay maneras de defenderse.

Que el periodismo defiende unos intereses determinados no lo descubre Pablo Iglesias, creer otra cosa sería de ingenuos, pero toda actividad, política, empresarial, académica o deportiva, se nutre de perseguir unos intereses, de entrada lícitos, aunque no siempre lo son, y la labor periodística debe emplearse en desenmascararlos. 
En la Universidad se persigue el conocimiento pero no siempre es la verdad limpia de polvo y paja la que nutre la dialéctica del profesor, ni los intereses de la propia Universidad, que no es ajena a nada. Uno ha vivido demasiadas realidades interesadas lanzadas desde el púlpito académico; también es cierto que el alumno debe estar despierto y mostrar siempre una actitud crítica ante todo, empezando por el profesor que le trata de iluminar su camino.

Lo vivido por el señor Pablo Iglesias en la Facultad de la Complutense refleja el ensimismamiento de una sociedad cansada que sólo disiente en una dirección, la de una realidad hecha sobre podredumbre en la que para nuestra desgracia “real” se ha desmostrado llena de piernas -el término es de Cela- y corruptelas. Pero cuidadín con los salvadores de la patria y lo que es peor, con sus métodos para iluminarnos con sus verdades absolutas, porque es muy probable que no resistan la crítica periodística, y lo que es peor, se resistan a ella con los mecanismos del poder, al estilo de los grandes “estadistas” donde impera, incluso en tiempos de internet, el pretendido pensamiento único. El rey estaba desnudo y todos le hacían la ola.

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