Opinión

En el 60 aniversario de los Derechos Humanos

Próximo a finalizar el año 2008, y viendo como va el mundo, hoy se nos ofrece una oportunidad para hacer balance de los progresos realizados en la impulsión y protección de los derechos del hombre y de las libertades fundamentales, para pensar en las tareas que la comunidad mundial tiene por delante y para reafirmar nuestra fe en el ideal de la dignidad y de la libertad personal.


Efectivamente, el 10 de diciembre de 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas, mediante su Resolución 217, adoptaba y proclamaba la Declaración Universal de los Derechos Humanos.


Este año de 2008, precisamente, se cumple el 60 aniversario de la mencionada declaración humanitaria.


La adopción por la Asamblea General de las Naciones Unidas de los pactos internacionales sobre los derechos humanos, en diciembre de 1966, constituye desde luego una importante etapa en la lucha que las Naciones Unidas han emprendido desde los primeros años de su existencia para afirmar las bases de la paz al crear una carta internacional de los derechos humanos.


En la Declaración de Filadelfia (1944), la Conferencia Internacional del Trabajo ratificaba solemnemente que ‘todos los seres humanos, sin distinción de raza, credo o sexo, tienen derecho a perseguir su bienestar material y su desarrollo espiritual en condiciones de libertad y dignidad, de seguridad económica y en igualdad de oportunidades’.


No obstante, algunos se preguntarán si no habría sido suficiente decir simplemente: ‘Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Sus actos recíprocos deben estar animados de un espíritu de fraternidad’.


Sin embargo, es preciso reconocer que el hombre posee una tendencia innata a concebir la idea de igualdad y de dignidad en provecho propio, o bien desde el punto de vista del grupo social al que pertenece; se siente propenso a limitar su fraternidad a aquellos de sus semejantes en los que encuentra un reflejo de su propia imagen, de sus intereses o de sus sentimientos. El mérito fundamental consiste en recordar a cada uno que los derechos y las libertades a que él mismo aspira son también los de las personas de otros grupos, de otros pueblos, de otras ideas, de otros medios sociales, y que esas diferencias pueden tener por corolario limitaciones o deberes recí procos, pero en ningún caso privilegios.


Ahora bien, si las necesidades de igualdad pueden definirse de un modo relativamente simple en lo concerniente al uso de las libertades cuyo ejercicio supone simplemente la no intervención de la sociedad, el problema es infinitamente más complejo cuando se trata de derechos económicos y sociales para cuyo disfrute efectivo es necesario que la sociedad garantice las condiciones prácticas adecuadas.


En realidad, el objetivo es librar el máximo dividendo social del desarrollo económico por medio de lo que la Declaración de Filadelfia define como ‘la utilización más completa y amplia de los recursos productivos del mundo’, que ‘interesa a todo el mundo civilizado’ y exige ‘un esfuerzo internacional continuo y concertado’.


Y, para concluir, manifestar que con motivo del sesenta aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos, debemos unirnos -sin reservas- a las organizaciones del conjunto de las Naciones Unidas para pedir a todos lo estados y a todos los hombres y mujeres que contraigan el compromiso solemne de luchar por el respeto y por la defensa de los derechos humanos.



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