Opinión

El bastón, hoy

Hubo una época en que un caballero jamás salía a la rúa sin su bastón, ni tampoco sin su sombrero o sus guantes. Hoy en día la situación ha cambiado grandemente. Es justamente a la inversa, pues son muy pocos los hombres que se atreven a pasearse con un bastón. Con un bastón de paseo, se entiende, y no con la muletilla sobre la que uno se apoya para ayudarse a andar o no caer. Aunque originariamente el bastón se usaba como apoyo o a modo de arma, desde principios del siglo XX es un mero complemento, quiérase o no. En realidad hay las siguientes clases de bastones: de mando, de caballero y de apoyo. Hace muchos años existió el bastón denominado bastón-estoque, que en su interior ocultaba un pequeño estoque y servía de defensa en caso de ser atacado su titular.


A pesar de todo, en las casas de antigüedades puede encontrarse una gran selección de ejemplares de coleccionista, cuya variedad de ornamentos, materiales y herrajes revela hasta qué punto el bastón llegó a ser popular en tiempos pasados. Pese a que actualmente, varias tendencias de la moda lo desdeñan por considerarlo un objeto superfluo y trivial, el encanto del buen bastón clásico es innegable. Desde luego, nos gustaría empuñarlo e imaginarnos paseando por las calles ataviados con bastón y sombrero al estilo de nuestros antepasados.


Al bastón, poco a poco y sin ninguna justificación, se le ha abandonado, y allá por los años cincuenta sólo quedaba como vestigio de mejores tiempos algún bastón de caña que usaban los chuletas de nuestra sociedad y que llamaban ‘java’ y solían llevar bajo el brazo o dándose con él en las piernas al modo que hacen los jinetes desmontados con la fusta golpeando la caña en las botas de montar. Y, enseguida, el bastón quedó tan sólo para los viejos. O para los que, aun siendo jóvenes, lo necesitan por prescripción facultativa.


Sea como sea, el bastón de paseo tiene además un cierto aire ceremonioso y confiere a nuestro aspecto una cierta formalidad. Prueba de ello es que en muchas civilizaciones un bastón profusamente adornado se considera un símbolo de respeto y autoridad.


El gusto por adquirir bonitos bastones convierte a muchas personas en coleccionistas -el arriba firmante tiene un elevado número de bastones de colección-, pero aunque tuviesen montones de ellos, ninguno se atrevería a pasearse jamás con uno por la calle. Ese talante sólo es propio de los auténticos excéntricos el resto espera, posiblemente, a que la edad o la debilidad les aporte un motivo o una excusa para poder salir a la rúa finalmente con un bonito bastón, como corresponde.


No obstante lo dicho, en algunos figurines extranjeros, de reciente publicación, ya comienza a aparecer de nuevo como complemento de buen vestir el consabido bastón. Para que luego digan algunos que el progreso es ir hacia delante sin mirar atrás. El progreso es, desde luego, otra cosa mucho más complicada, porque recurre a los saltos atrás como la naturaleza misma y después de haber eliminado un uso, una costumbre, el día menos pensado lo recupera, y lo incorpora a la modernidad.


El bastón volverá como en sus mejores tiempos. Y a ver si coincidiendo con su regreso -recordando el antiguo manual de etiqueta y educación- vuelven también algunas de las formas de cortesía que caracterizaba a las personas de aquella época del anterior esplendor.


Aunque actualmente no se use bastón de caballero, se debe procurar ser siempre cortés, aun con aquellos que lo merecen poco. Todo el mundo es bueno con aquellos que ama y menos bueno o malo con los que no ama. Tienen poco mérito ser buenos con los seres amados, o ser cortés con las personas que se hacen acreedoras a esta cortesía. Pero tiene excelente mérito y supone un esfuerzo personal ser bueno con todos y mostrarse siempre cortés con ellos aunque, a nuestro entender, no lo merezcan. Basta un pequeño esfuerzo de voluntad para practicar siempre la cortesía con todo el mundo, y en cualquier ocasión. El que consigue hacer buena la voluntad es siempre cortés. En fin, la cortesía, con bastón o sin él, sólo consiste en la exteriorización de la buena voluntad hacia otra persona.



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