Opinión

Las relaciones humanas

Realmente, el estudio de las ciencias del trabajo por sí solo resulta cada vez más insuficiente para determinar las grandes opciones de nuestra época.


Es muy significativo que todos los tratados recientes de sociología del trabajo dediquen por lo menos un capítulo al ocio y tiempo libre: el trabajo no desaparecerá, al menos en un porvenir previsible, pero su importancia no deja de disminuir en los horarios de la mayoría de los hombres y mujeres.


El trabajo sigue siendo, quiérase o no, la gran preocupación de muchos; pero no es ya, en los grandes países industriales, la preocupación exclusiva de la gran mayoría. Es ilusorio tal vez intentar encontrar satisfacciones en su ejercicio; por lo menos, se atenúan progresivamente sus inconvenientes más detonantes, aunque sin llegar a borrar -que es lo peor- su carácter de imposición.


Los conflictos continúan siendo numerosos, agravados ahora por crisis económica que invade el planeta Tierra. No se pueden evitar fácilmente. Hasta ahora no se ha encontrado ningún procedimiento eficaz para resolverlos: el derecho del más fuerte que es el único eficaz, a falta sobre todo de un poder lo bastante independiente de las dos partes como para que sus decisiones puedan ser tenidas por justas.


La transferencia al Estado de las responsabilidades del empleador constituye en todos los países uno de los grandes obstáculos para la modernización de las relaciones laborales y para la instauración de verdaderos derechos del hombre y de la mujer al trabajo. Habrá que pasar todavía por muchos conflictos antes de que lleguemos a ese estado.


No obstante lo dicho. Es un error vivir el presente como si sólo fuera el prefacio de la bella novela del porvenir. El presente se ha de usar y gozar, dentro de un orden. Todo se nos convierte en un bien si sabemos hallar emoción en ello. Hemos de evitar el constante traslado del pensamiento y de la imaginación a otro lugar, a otro tiempo o a otro sistema que se ven, en sueños, mejores que el sitio, el tiempo y el sistema de hoy.


Sea como sea, cualquier momento de la vida puede ser bien aprovechado, sin necesidad de buscar la satisfacción en la imagen de otro momento futuro. Esta creación de imágenes bellas inexistentes exige un esfuerzo. Y a la larga, aprovecha más emplear toda nuestra energía en el cumplimiento gozoso de cada momento actual.


Es más. La imposibilidad cuando no es tontería, la suavidad cuando no es cobardía en lo social, asombra, como todo lo maravilloso, incluso a las almas vulnerables. Ser impasible y suave no significa, desde luego, ceder. El principio bueno es el de la ‘suave intransigencia’. La mejor manera de imponer normas de conducta a los demás y evitar sus faltas de disciplina y educación es, precisamente, una intransigencia absoluta, sin concesiones de ninguna clase, pero suave siempre.


La intransigencia es una condición indispensable a todo el que ha de gobernar a otros, y sólo será eficaz si es definitiva y continua. No basta, en esto, acertar una vez: se ha de acertar siempre. Y si, además, es suave, no se molestará a nadie con ella. Es bueno ser intransigente sin molestar jamás a nadie. He aquí uno de los principios de la vida social eficaz.


Todas las cosas buenas, especialmente las de carácter laboral y los derechos humanos, se han de saber mirar con cristales de aumento. La bondad de las cosas depende en mucha parte de la manera como las vemos. Se ha dicho de algunas personas que hacen bello todo lo que miran. Este poder existe, y también el poder de hacer mejor lo que ya es bueno. Sólo consiste en mirarlo con cristales de aumento. El bien no sólo está en la cosa, sino en nuestra capacidad de aprenderla.


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