Opinión

Se nos cae el pelo

Juanma Castaño es un curioso espécimen de periodista que ha aceptado congeniar su condición de comentarista deportivo con las cocinas de Master Chef. Accedió a formar parte del casting de esta temporada en el concurso culinario creyendo que duraría una semana y ya lleva ocho o nueve. Ha hecho el peor postre de la historia del concurso, –una especie de flan chafado que recordaba muy propiamente a una mierda de vaca de su tierra- que los jueces se tomaron a chacota, aunque él sigue manteniendo que de sabor estaba muy bueno.

Sea como fuere, Castaño argumentaba hace unos días en una entrevista, que a él su paso por los fogones le ha proporcionado una tregua en mitad de un entorno profesional que se está poniendo cada día más duro.

El periodista asturiano manifiesta que en Master Chef le llueven los comentarios prendidos en las redes, pero que no le inquietan ni le perjudican porque su papel en el programa corresponde al que se desempeña en un show televisivo y, por tanto, él se sabe parte de ese espectáculo. En su condición de periodista especializado en Deportes muy significado por otra parte en el medio radiofónico, manifiesta que el ámbito es cada día más complicado y más peligroso. Paradójicamente, el miedo al fracaso no depende estrictamente a su juicio de la calidad de la información que maneja. Ni siquiera de aparentar no ser todo lo ecuánime y neutral que exige esta disciplina. El miedo que Castaño siente y que sienten todos aquellos que conducen un programa largo y casi sin guión previo, es el de pisar un charco por no ser políticamente correcto. Hay tantas posibilidades de meter la pata con los contenidos que salen al éter durante un programa de radio que dura tres horas, que todos los que están en esta tesitura atienden más a no pisar un cable que a la desgracia de dar una información errónea. Muchos responsables de estos programas prohíben a sus equipos utilizar el refranero castellano, porque la mayor parte de sus sentencias están reñidas con lo que hoy es políticamente correcto, y se te puede caer el pelo. Si uno dice por ejemplo, “se pilla antes a un mentiroso que a un cojo” y los cojos se cabrean y toman a la bayoneta las redes sociales, el autor del desaguisado puede estar jugándose el puesto, lo cual es muy serio.

A mí, el buenismo político que hoy se practica e impone, me parece una de las facetas más intolerables de una sociedad cínica, pobre en principios y rica en superfluo. Y seguro que se me va a caer el pelo.

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