Opinión

Con algunos pobres de la tierra

Muy pocos nombres famosos en la literatura universal han sido tan hondamente desgraciados como el escritor italiano Emilio Salgari, cuya dilatada producción ha acompañado más de un siglo a los adolescentes de medio mundo. Salgari es el creador de personajes tan populares como el Corsario Negro o Sandokan, cuyas correrías han sido adaptadas al cine, a la televisión e incluso al teatro, pero casi todo el mundo ignora que un escritor vorazmente consumido por miles de lectores de su tiempo y tenido como el más exótico narrador de aventuras juveniles, fue paradójicamente un hombre maltratado por sus tiránicos editores, sumido en la miseria y literalmente esclavizado en la producción a destajo de novelas cobrando porcentajes tan miserable que apenas le permitía sacar adelante a su mujer trastornada y a sus cuatro hijos. Tan atroz fue la existencia de este hombre pobre y honesto, ejemplar padre de una familia acosada por la necesidad, que una mañana escribió una carta que acongoja a sus crueles patronos y otra tierna y estremecedora a sus hijos, tomó el tranvía, se apeó en las proximidades de un bosque, se adentró en él, y se rajó el vientre con una navaja, degollándose finalmente para no prolongar su propio sufrimiento.

Salgari, gris, bajito, modesto, tímido y educado, amoroso cuidador de una esposa demente y padre ejemplar para con unos hijos a los que adoraba, es uno de los ejemplos más atroces de injusticia social y de sufrimiento silencioso que yo conozca, si bien nadie que recuerde le cita nunca para presentarle como víctima inocente de la inmoralidad y la explotación más inicua. Pero así fue. Mártir de unos señoritos desalmados que se hicieron millonarios a su costa mientras abocaban a un hombre bueno e inteligente a la situación más desesperada.

Creo que justo es recordarle. Escribiendo como un poseso a la luz de gas en un modestísimo piso de vecindad de dos habitaciones, exigido por unos amos sin conciencia que le reclamaban las cuartillas para editar tiradas de más de 100.000 ejemplares. Noches de esfuerzo febril, produciendo sin descanso, cuidando a su mujer enferma y a cuatro niños hambrientos. Hasta que no pudo más. A la hora de expresar injusticia, abuso y explotación, nadie se acuerda del pobre Salgari.
 

Te puede interesar