Opinión

Arriba y abajo

Mientras Pedro Sánchez organiza sus listas en función de su personal compromiso con los que a su juicio le han servido bien, y quiere convertirlos en senadores y diputados, en el otro lado de la trinchera está Feijoo obsesionado por  transmitir al electorado un acento de ecumenismo que ensanche hasta donde se pueda el campo. El líder gallego –al que muchos rincones de opinión autorizada afean y con razón sus nulos conocimientos de inglés porque entienden que con ese déficit a cuestas no se puede andar por el mundo y menos, como primer ministro- ha tratado de marcar líneas rojas con Vox hasta donde le es posible hacerlo, y está sumando con diligencia y contumacia personajes cuidadosamente elegidos y pescados con el salvavidas puesto de entre los restos del naufragio de Ciudadanos. La última en incorporarse es Marta Rivera de la Cruz, escritora y periodista gallega, concejala de Cultura en el gobierno de Almeida, y uno de los más sólidos valores criados en la cantera de Ciudadanos, hasta que ha dado el paso y será número 2 para la carrera de San Jerónimo por el partido popular. Un caso parecido se produjo hace días en Barcelona con José Ignacio Martín Blanco, que también procede de Ciudadanos y en este caso capitaneará la candidatura del PP en la Ciudad Condal.

Nunca ha existido una gran afinidad entre los dos grandes partidos nacionales aunque es cierto que nunca como hoy han estado tan divorciados. A finales del periodo decimonónico y principios del siglo XX, la comunicación entre conservadores y progresistas era  bastante más fluida, y las condiciones de serenidad y respeto mutuo se impusieron como reglas no escritas pero salvaguardadas por ambos. Cánovas y Sagasta no eran amigos pero se respetaban profundamente y nunca se dieron la espalda. Tampoco había camaradería entre Dato y Canalejas pero sí educación exquisita y mutuo respeto entre dos gallegos que se llevaban bien y se relacionaban sin esfuerzo. Lamentablemente coincidieron hasta en su trágico final, porque ambos fueron asesinados.

Hoy, un siglo después, Sánchez trata de enderezar su oferta y apela a la reconstrucción de sus filas tras el desastre ocasionado por unos pactos que le han llevado a la ruina, mientras Feijoo apunta al deseo de cobijar bajo su techo ascendente lo que quede del centro derecha liberal que se ha quedado al raso. Hay un cierto regusto de ida y vuelta en este panorama. Up and down que diría un británico.

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