Opinión

En brazos de la pasión

El Atlético de Madrid tiene un grave problema que amenaza con lastrar sus prestaciones en un futuro inmediato, como ya puso de manifiesto el Villareal este domingo aprovechando el ambiente apesadumbrado y amargo que se respira en sus despachos, en el campo y en las gradas. El Atlético es un equipo canchero donde los haya, preferido de la buena gente trabajadora, de amiguetes verbeneros, sentimiento y barrio bajo, pero esta personalidad que distingue a la nación colchonera se ha pasado de rosca y se ha convertido en un embrollo tras haber sido, desde hace ya mucho tiempo, su elemento distintivo. Hoy, el acento cañí que tienen los rojiblancos y que se palpaba y se admitía con una sonrisa cómplice especialmente presente en las inmediaciones de su estadio, ha derivado en un estado de crispación muy duro para el club y sumamente incómodo para unas instancias del fútbol español que se han encontrado susceptibles a la fuerza ante la violencia larvada que anida en las bancadas de forofos en cada partido y en cada campo. La muerte de un seguidor ultra del Deportivo a manos de los seguidores más radicales del Atlético disparó todas las alarmas y los dirigentes y federativos comprendieron, quizá demasiado tarde, que no estábamos ante una anécdota sino ante un fenómeno brutal y descerebrado capaz de cobrarse muertos. Es decir, ante palabras mayores.

Al contrario de otros equipos del panorama nacional que se enfrentaron al problema mucho antes, en el Atlético se ha coqueteado con él y con él se ha convivido suponiendo que hay en la sangre atlética el aroma de la batalla. Presidente, consejo y entrenador se sentían confortados con esa fracción chillona y combativa que alentaba sin cesar, viajaba con el equipo e intimidaba. Hay equipos que no necesitan del fervor popular para las grandes gestas y el Madrid por ejemplo, es capaz de jugar igual de bien o de mal en un Bernabeu frío, en silencio y con escasos aplausos. Lo sabe y lo acepta. Pero el Atlético necesita el respaldo de los suyos y si no lo tiene afloja. Y ahí está el problema. El fervor ha tocado fondo y ahora vienen el reciclarse. No va a ser fácil pero es necesario.

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