Opinión

Cambio de mapa

Aunque creo entender el motivo, siempre me sorprendo al comprobar que los periodistas que se desempeñan en el terreno audiovisual son mucho más populares que los que nos hemos ganado el jornal escribiendo para la imprenta. Yo mismo suelo comprobarlo. Llevo toda la vida en la prensa escrita y solo me paran por la calle cuando me llaman de alguna televisión  y salgo en ellas. 

Carlos Alsina es uno de los que en estos tiempos nuestros suscita más grandes amores. Los periodistas con voz y rostro se cuelgan más del corazón de sus seguidores. Se trata de otro fenómeno susceptible de análisis porque tanto radioyentes como televidentes pueden comportarse  personalmente con una gran intensidad pero demandan serenidad y templanza a los que les facilitan las noticias, y muestran por ellos una mayor deferencia. Fernando Ónega, Ernesto Sáez de Buruaga, Vicente Vallés, Victoria Prego, Nieves Herrero representan al periodismo tranquilo y gozan del aprecio de millones de receptores. Carlos Alsina es también uno de ellos. Sobrio, sereno, pausado, inteligente, equidistante y brevemente mordaz, el periodista madrileño se ha ganado un prestigio reposado a lo largo de los años muy resistente a los bandazos de la actualidad y capaz de aguantar mejor que otros colegas más posicionados y con una significación más evidente en uno u otro lado de la balanza ideológica, el paso del tiempo y las variaciones sociopolíticas que han ido y venido con ellas.

La entrevista tenazmente buscada con Pedro Sánchez y encontrada finalmente ahora que el presidente necesita de su equidad para  aparecer limpio y honesto ante el censo electoral, tuvo más acentos de los esperados especialmente cuando Alsina, prescindiendo de su habitual bonhomía, se encaró con su invitado y le preguntó de sopetón: “¿Y usted, por qué nos miente?”. El diálogo, largo e intenso,  demostró un par de cosas. Que Alsina lo pasa fatal en su papel de  portavoz de conciencias, y que a Sánchez le importan un pito los protocolos morales y éticos. El presidente respondió naturalmente “si usted me dice en qué he mentido trataré de demostrarle que yo no miento” lo que constituye una demostración palpable de que sí miente y seguirá mintiendo el tiempo que haga falta y hasta que ya no quede  fuerte ni almena que defender. Decir que no miente es mentir. Pero no es eso lo que le preocupa al presidente. Ni siquiera le preocupa Alsina, al que ha despreciado olímpicamente durante estos cuatro años. Sánchez solo defiende un principio. El que dice que el fin justifica los medios.

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