Opinión

Contar verdades

A pesar de lo que nosotros mismos podemos pensar de nosotros mismos y considerarnos a la cabeza de los países libres en hechos y expresiones, aún tenemos que lidiar con una velada pero inflexible censura interior que aconseja a cada cuál inclinarse no por el discurso sincero sino por el conveniente. De hecho, cuando alguien que debería tenerlo en cuenta no lo hace, estalla en las cumbres borrascosas del país una suerte de terremoto que en otros países de nuestra condición y rango no pasaría de un indulgente movimiento afirmativo de cabeza.

Cuando correspondía, leí de cabo a rabo la entrevista que el ministro Montoro concedió hace unos días al diario “El Mundo” y cuyas conclusiones parecen haber desatado la tormenta perfecta en un partido que en verdad está de mírame y no me toques. Estamos muy poco habituados a que un político en la cumbre adopte el discurso sincero y más si el interlocutor es el ministro de Hacienda, pero Montoro no dijo nada que no se supiera ya o al menos nada que no sospecháramos. Con ese rasero del tío que está ya cocido en sus propios jugos y que ha tenido que bailar frecuentemente con la más fea, el ministro se refirió a Rajoy explicando por qué le había elegido para soportar el peso de una complicadísima y nada popular cartera –nada más iniciar la andadura, hubo de subir el IRPF a sabiendas de que en campaña su propio jefe había prometido rebajarlo- y recordando el apabullante argumento del gallego: “Te elijo porque eres un señor de Jaén que no tiene hipotecas”.

Y también se refirió a Aznar para advertirle que si entraba, lo hacía para sumar y no para liarla que es lo que están pensando muchos en el PP ante la maldita arrogancia de un sujeto que parece mirar al resto de los mortales con una mezcla de ira y desprecio. Recordó a Rato al que le pregunta si era admisible que con lo que gana pudiera hacer el uso que hizo de las tarjetas opacas. Y le tiró de las orejas a Margallo por seguir empeñado en hacer de ministro de Hacienda en vez de Exteriores, jardín que pisa sin aviso de vez en cuando. Montoro acabó la faena expresando que había muchos en el PP que se avergonzaban de serlo lo cual sigue siendo igualmente cierto aunque levante ronchas. No dijo nada grave. Y mucho menos para escandalizar a los suyos. Los suyos se escandalizan cuando les cantan las cuarenta en bastos.

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