Opinión

Una cosa y la contraria

La situación política se ha complicado tanto y la configuración del espacio ideológico se ha vuelto tan tóxica que los dos grandes partidos políticos se niegan a sí mismos en este dramático periodo existente entre las elecciones municipales que otorgaron una nueva dosis de poder real al PP consolidado en administraciones locales, y las generales que su rival político convocó sobre la marcha para el momento culminante del periodo veraniego para tratar de neutralizar la amenaza de una derrota.

Asistimos en este patio de Monipodio en el que se ha convertido la actividad política a la inusitada situación propuesta por el Partido Popular capaz de hacer una cosa en una comunidad española y justamente la contraria en otra. Y con propina, pues propone que su equipo dirigente asuma y ensalce la una y asuma y ensalce la otra teniendo en cuenta que el comportamiento mostrado en Extremadura niega por completo el tratamiento que se le ha otorgado a Valencia y viceversa. Es tal el problema que suministra a los líderes de los dos grandes partidos la influencia de sus extremos que esto parece el laberinto del Fauno.

Y lo es porque en el otro lado de la balanza el panorama asoma incluso más grave. El presidente está tan pendiente de las directrices que le marca su ejército de asesores políticos que va a terminar negando su propia existencia. Por el momento, y como comentaba hace un par de días un perspicaz amigo mío, le basta con negar el sanchismo, el doctrinario que ha usado durante sus años de Gobierno y que ahora se ha convertido para él mismo en una lacra. Saltando de plató en plató, y tratando de ser el tipo más ocurrente de la galaxia sobre todo si juega en casa como ocurre cuando el Gran Wayoming es el anfitrión, Sánchez ha abominado de aquello que le parecía lo más de positivo e imprescindible tan solo dos semanas antes. Ahora reniega abiertamente de las tres mujeres a las que convirtió en estrella y que ahora le parecen sujetas aberrantes. Paradójicamente dos de ellas, Montero y Belarra, siguen siendo ministras del gobierno que preside mientras la última, Yolanda Díaz, es nada menos que su vicepresidenta. Las negaciones de Sánchez que ya las quisiera para sí San Pedro se extiende a Bildu al que en esta hora rechaza como Drácula temblaría ante una ristra de ajos. El delegado del Gobierno en Madrid está en estos momentos dándose cabezazos contra el borde de la mesa de su despacho.

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