Opinión

El cristal y la pluma

Tenía razón este señor de largas patillas y gesto trascendente, porque si nos preguntan a los madridistas, diremos que todos los balones que van a parar a las manos de los jugadores del Madrid se consideran penalti y sin embargo, ninguna de ellas lo es cuando las cometen sus equipos rivales. Hay contundentes razones para pensarlo. Sin ir más lejos, el mismo supuesto se produjo el domingo en San Mamés que el que se produjo una semana antes ante el Sevilla. A Militao se lo pitaron y al Madrid le puede costar la Liga. La de Morcillo, exactamente igual, no se pitó. Y no es la única. Como el cristal cambia de tonalidad según quien se asome, se habla ya de conspiración o de paranoia.

Ese cristal del que Campoamor se valió para indicar la relatividad del mundo y que incluyó en una de las rimas que componen su poemario “Las Doloras”, es el que utiliza Pedro Sánchez para contarnos las cosas. No me consta a mí que el presidente del Gobierno sea del Real Madrid como lo era Alfredo Pérez Rubalcaba, devoto madridista con abono en Chamartín y deseos de integrar una de sus directivas. Pero cada vez que Pedro Sánchez nos cuenta el panorama nacional, se coloca el cristal de las gafas en modo luminoso y lo ve todo blanco como si mirara por el ojo de Florentino, con el que me da que no se lleva. Yo tampoco es que sea como los Rolling Stones que lo veían todo pintado de negro, o como los Bravos. Pero es verdad que tiendo al gris y, sobre todo, apunto más a incomodarme cada vez que el de Moncloa toma la palabra y nos cuenta un cuento de esos que hacían las delicias del editor Saturnino Calleja, un animoso burgalés que ganó justa fama y mucho dinero como editor de cuentos y dignificando la profesión de editor. Era bastante más joven que Campoamor, pero ambos coincidieron en el tiempo y ambos proponen enjundia suficiente para que Iván Redondo deje de hacer el fantasma y los estudie a fondo, que no le vendría mal.

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