Opinión

Los ecos de una asonada

Dicen las reseñas que abundan sobre la biografía del presidente Erdogan, que de joven fue un excelente jugador de fútbol hasta el punto de que rechazó un tentador contrato para convertirse en futbolista profesional que le puso ante los ojos uno de los grandes equipos de su país y prefirió continuar sus estudios de Economía y Ciencias Políticas. En aquellos tiempos, Erdogan era un joven de buena formación técnica cuyo profundo compromiso religioso le animó a enrolarse en un partido islamista. Llegó a alcalde de Estambul, trató de delimitar espacios para hombres y para mujeres en los trasportes públicos y acabó en la cárcel. Cuando salió, sospechó que era más racional separar la religión de la política y en esa tesitura y a la cabeza de un partido laico, se ha mantenido a partir del inicio del nuevo siglo. Erdogan soñaba con ver a Turquía formando parte de la Unión Europea, pero los oteadores políticos de estos días ya no saben exactamente con qué sueña el presidente turco ni a qué aspira.

Los hay que piensan que este cruento golpe de Estado fallido cuya autoría parece haber compartido gran parte de la cúpula militar y una amplia representación de reputados juristas, se ha convertido en una herramienta de incalculable valor para borrar del mapa todo lo que le sobra y le molesta. Personalmente he sentido un palpitante escalofrío al escuchar cómo, recién salvado de la quema por sus leales, Erdogan ha pedido que se restaure la pena de muerte. Dicen que cuando al general Narváez le preguntó un periodista de entonces si sospechaba que tenía enemigos, el llamado “espadón de Loja” respondió sin inmutarse: “no señor, no lo creo. Los he fusilado a todos”. Quizá es también a lo que aspira un político como Erdogan que ha ido dando pasos sucesivos a perpetuarse en el poder y ha ido mermando derechos y libertades civiles al tiempo que cumplía este primer objetivo porque esa es la ley de las compensaciones. Erdogan representa el orden constitucional y es la cabeza del gobierno de su país democráticamente elegido, por tanto, hay que defender y destacar su legalidad en contra de abyectas sediciones. Pero hay que velar también porque sea listo y prudente

Hagamos votos para que Turquía recupere la estabilidad y solucione los ecos de la asonada con estricta justicia y equidad. Es un país demasiado importante para dejar que se equivoque.

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