Opinión

El gran cataclismo

El desastre cosechado por Ciudadanos en esta última consulta electoral es uno de esos cataclismos que muy de vez en cuando se producen en nuestra historia política y que conllevan la desaparición absoluta de un partido político como le ha ocurrido a este proyecto que cosechó las mejores expectativas y acabó hundiéndose en el pozo más profundo y en un tiempo récord. En la negra noche del pasado domingo, la máxima esperanza de esta agrupación encarnada por Begoña Villacís en su condición de vicealcaldesa de Madrid, no pudo superar el 3% de los sufragios emitidos y solo juntó 33.000 votos, una cifra que la expulsaba del ayuntamiento capitalino, otorgaba todo el poder político al alcalde Almeida y firmaba el certificado de defunción de un opción política que unos años antes había ganado las elecciones autonómicas en la comunidad de Cataluña.

Ciudadanos, como lo fue UCD en los segundos compases del paso de la dictadura a la democracia desplomado hasta la desaparición tras cumplir un papel imprescindible en la recuperación democrática. –recuérdense que en las elecciones de 1982 el partido estrella de la transición no superó la barrera del 6% y, con Landelino Lavilla a la cabeza perdió 157 escaños respecto a la anterior consulta lo que significaba un récord de pérdidas en los parlamentos continentales que probablemente aún no ha sido batido- CDS también se precipitó al vacío tras menguar en representantes durante cada una de las votaciones en las que participaba a partir del triunfo histórico en la autonómicas catalanas y sus excelentes resultados en las Generales de 2019.

Ciudadanos es el perdedor total y absoluto de los últimos comicios, y la gran pregunta tras la renuncia de Inés Arrimadas, el fracaso sin paliativos de Begoña Villacís y la decisión final expresada por los responsables de su cúpula de renunciar a competir en las próximas generales del 23 de julio, es dónde irá a parar esa bolsa de votos nutrida por un conjunto de ciudadanos desnortados y cariacontecidos que se han quedado solos y tan tristes y perplejos como una  vaca sin cencerro. Ayer, el PP abría sus puertas para acoger los restos del naufragio, advirtiendo previamente que la intención de cruzar las alambradas tenía que partir de ellos así que, utilizando el más sobado de los tópicos posibles en este paraíso del tópico que es el periodo pos electoral, la pelota está en su alero.  Renovarse o morir se llama eso.

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