Opinión

El sobre de Yolanda

La política en general y en España en particular, es que permite quizá con más generosidad que cualquier otra manifestación del comportamiento humano, el ejercicio de escribir en el viento. Nadie más, aunque deberían hacerlo con más rigor y mayor contundencia, que las urnas cada cuatro años se encargan de sancionar este defecto ampliamente compartido por todas las formaciones e individuos, que consiste en prometer sin mesura ni sentido, comportamiento que, naturalmente, se agudiza cuando se enfila la recta final de una campaña y las caravanas comienzan a sacar de la bocamanga el catálogo de regalos y compromisos que nunca se cumplen y que, por desgracia, ninguna instancia ni del Estado ni de la ciudadanía se especializa en reclamar cuando se quedan en punto muerto.

Un periódico decía ayer que como la vicepresidenta no ha trabajado en su vida no sabe calibrar exactamente el valor de veinte mil eurazos.

El último disparate escuchado hasta la fecha lo acaba de firmar la vicepresidenta del Gobierno y ministra de Trabajo, la gallega Yolanda Díaz, quien se compromete a soltarle veinte mil euros contantes y sonantes a cada español o española que cumpla dieciocho años, bien para emprender o bien para invertir en su formación. Un periódico decía ayer que como la vicepresidenta no ha trabajado en su vida no sabe calibrar exactamente el valor de veinte mil eurazos.

Veinte mil euros recibidos por las buenas no responden a una retribución sujeta a ninguna base tributaria específica pero no dejan de representar en torno a los mil doscientos euros brutos al mes durante un año.

Lo cierto es que semejante cantidad es mucho dinero aunque, ante semejantes dislates sin reflexión ni sentido, las dos preguntas que se haría cualquier persona sensata son en primer lugar de dónde sale semejante cantidad de dinero regalada al albur. Y en segundo lugar, qué tratamiento fiscal correspondería a una dádiva inexplicablemente regulada y tan espléndida. Veinte mil euros recibidos por las buenas no responden a una retribución sujeta a ninguna base tributaria específica pero no dejan de representar en torno a los mil doscientos euros brutos al mes durante un año. Una multinacional alimentaria ofrecía hace algún tiempo la posibilidad de otorgar un sobresueldo para toda la vida en un sorteo contenido en sus etiquetas. Algo por estilo a lo que mantiene Yolanda Díaz a la que le da igual ofertar lo que se le pase por la mente en cada momento porque ni es de ella ni va a tener que responder de la decisión en ningún momento. Tira con pólvora del rey y cuando deje su puesto ya le tocará a otro asumir el reto. Deberíamos suplicar que se acabaran estas locuras.

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