Opinión

Los italianos castizos

Andrés Trapiello, quien tras ese apellido de inequívoco regusto itálico se enorgullece de su condición de madrileño vocacional nacido, como muchos madrileños de raigambre fuera de esta ciudad que acoge a todos sin preguntar por sangre convicciones y árboles genealógicos, ha tenido la santa paciencia de rescribir el “Quijote” de don Miguel de Cervantes  utilizando para ello el castellano actual, una labor que le ha llevado siete años y que ha conseguido derribar las barreras de los siglos y hacer de la novela por excelencia un relato asequible al gran público y abierto a la interpretación de todos: intelectuales como Vargas Llosa o semi analfabetos como yo mismo. Con este don Alonso de la Mancha que nos presenta Trapiello ya no hay subterfugio del que puedan valerse alguien para no leerlo y para renunciar a disfrutar de una obra simplemente extraordinaria. Y no porque lo digan los demás, sino porque gracias a este señor leonés reconvertido por propia iniciativa en fabulador castizo donde los haya, leerlo y entenderlo ya es posible.

Es curiosa la sintonía crecida a lo largo de los años de los italianos con Madrid, cuyo último eslabón por el momento lo encarna Carlo Ancelotti al que se le está poniendo el mismo gesto  interrogante del Don Hilarión zarzuelero. Los italianos-madrileños han sido por lo general más bien tirando a artistas, como le pasó a Giacomo Nizzola que llegó a Madrid como orfebre, se hizo conocer por su lugar de nacimiento en Trezzo, y le ha dado nombre a una calle capitalina que gracias a la particular pronunciación de sus castizos conciudadanos recibió el nombre de Jacometrezo –Jacome di Trezzo en realidad- justo homenaje a sus muchas obras de arte que siembran el patrimonio capitalino. Cuentan que el arquitecto Giuseppe Sabatini adoptó una condición tan madrileñísima en su decir y en su hacer que ya no parecía italiano, y lo mismo le pasó a mi admirado Luigi Boccherini, el chelista toscano que llegó a Madrid siguiendo a una soprano de la que estaba perdidamente enamorado y que aquí se quedó y escribió su inmortal quinteto de cuerda dedicado a las noches madrileñas con especial mención del pasacalle en Sol mayor que a mí personalmente me llega al alma. Conviene no olvidarse en este recuento, del gran Lucas Jordán –Luca Giordano en verdad- de Jubara, de Sachetti,  o del maestro Scarlatti, que  tenía tanta grandeza musical como mala leche. 

Ser italiano, artista y del foro… Qué delicia. Che grande fortuna…

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