Opinión

Jurados, sentencias y dudas

Cuando se podían hacer esas cosas, yo solía viajar con gran frecuencia a Madrid y solían perderme también entre los recovecos históricos de la ciudad vieja. Así, de esquina en esquina y de tasca en tasca, andaba husmeando guitarras en el prestigioso obrador “Ramírez” –donde George Harrison compró dos de concierto tipo “Segovia”- me comía una de callos con cerveza de barril en cualquier figón histórico allá por Mayor, la plaza de las Provincias o Carretas, e incluso visitaba iglesias con notable interés histórico o museos recoletos y sin fama internacional que por aquellas callejas abundan y muestran tesoros de los que la mayoría de los madrileños no tienen noticias salvo que venga uno de fuera y se los enseñe.

Un par de semanas antes del confinamiento, nos sentamos a comer los supervivientes de mi curso y nos pusimos a arreglar el mundo con la misma voluntad con la que actuamos cuando éramos la generación puente y rescatamos nuestro oficio de las garras de la complacencia, la servidumbre de la censura, el pesebre, el miedo y la intolerancia -asumida o impuesta que todo da que da lo mismo- Aquellas chicas de falda corta y corazón fuerte, y aquellos chicos de cabellos tan largos como sus propias bufandas, volvíamos a vernos, algunos por primera vez desde que nos despedimos con un beso y una flor al terminar la carrera. Éramos los que éramos y ya le pusimos por desgracia al lote alguna falta.

Unos días antes, me fui a catar las tajadas de bacalao rebozado al emblemático mostrador de “Labra”, uno de esos referentes de la gastronomía madrileña más popular y honrada. La famosa taberna da a la calle Tetuán a la espalda de la Puerta del Sol pongamos a la altura de una copia a escala de la famosa Mariblanca que instaló Tierno en la acera de la desembocadura de Preciados. En mayo de 1879, en aquella tasca angosta, un tal Pablo Iglesias Posse, ferrolano de nacimiento y de profesión tipógrafo, fundó el PSOE que es el partido socialista más antiguo del mundo si exceptuamos el que se fundó unos años antes en Alemania. Si Don Pablo levantara la cabeza, a sus herederos actuales los hubiera echado de sus templos a correazos. No se merecen otra cosa y mañana continuamos con ello, que un amigo mío me ha enseñado el pico de la muleta, y hay que seguir reflexionando.

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