Opinión

Lejos de casa

Hace pocos días, un amigo con cierta experiencia en materia política me comentaba que Sánchez podía ser muchas cosas e incluso todas, menos tonto. Y añadía que era muy posible que sea el único listo entre sus estrechos colaboradores e incluso entre los más anchos. La alarmante carencia de ideas mostrada por los estrategas que le respaldan en la campaña electoral, los desaguisados cometidos por un personaje tan fiable como era Marlaska o la desastrosa deriva que acompaña al que podría ser considerado su mano derecha, el titular de Presidencia Félix Bolaños, -al que últimamente se la lían allí donde va, ayer mismo en León sin ir más lejos- así parecen confirmarlo. Sánchez, es verdad, sabe más que todos los que le aconsejan, y cuando les hace caso se mete en problemas como le ha ocurrido en ese programa de comparecencias ante referentes de la información audiovisual de cuya prueba no ha salido nada airoso. 

Ocurre con una gran frecuencia y no hace falta que a la presidenta de Europa se le pongan los ojos tiernos para que los presidentes del Gobierno prefieran lo exterior de lo interior

Lo que sabe de sobra el presidente es que por el mundo adelante le tienen mayor cariño y le perdonan mejor que sus compatriotas, así que su decisión ha sido hacer las maletas y venir a casa únicamente para cambiarse de ropa. Hace unos días, un periódico europeo con ganas de polémica, sugería que a la presidenta de la Comisión Europa, la señora Van der Layen, estaba secretamente enamorada del premier español. Y ofrecía gestos, ademanes y situaciones que lo confirmaban. Pero sea o no sea cierta esta historia romántica, a Sánchez le sonríen las instituciones de Europa mientras en su tierra  las cañas se le vuelven lanzas. Lo razonable para él por tanto, es tomar el olivo y disfrutar. Y olvidar lo amargo que se cuece en casa.

Ocurre con una gran frecuencia y no hace falta que a la presidenta de Europa se le pongan los ojos tiernos para que los presidentes del Gobierno prefieran lo exterior de lo interior. Lo que pasa es que se cansan de pasarlas amargas inmersos en el agobiante cerco de la política doméstica y el último tramo de su presidencia se evaden, dejan el ingrato trabajo de administrar el país y se machan de viaje. Ayer, inaugurando la presidencia española de la UE con un primer y esclarecedor viaje a Ucrania, el primer ministro español disfrutó y se gustó como un pato en una charca. Aquí el cariño está muy caro, y si tiene a Bolaños al lado, se pone más caro todavía.

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